Me Lleva el Diablo 7 de sep 2022
Indignación, vergüenza e impotencia ha causado en la ciudadanía el feminicidio de la menor, 17 años, Valentina a manos de un estudiante de la Facultad de Psicología de la UAQ, que se presume era su novio.
Es una vergüenza porque semanas antes se dio la noticia de que Querétaro ocupó el primer lugar nacional con mayor prevalencia de violencia contra las mujeres de octubre del 2020 a octubre del 2021, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) que dio a conocer el INEGI.
Vergüenza para los queretanos porque el estado ocupa el primer lugar en lesiones dolosas por cada 100 mil mujeres y el cuarto lugar en delitos de violencia de género en todas sus modalidades, en llamadas de emergencia relacionadas con incidentes de acoso u hostigamiento sexual y en presuntos delitos de violación; todos estos indicadores, también, por cada 100 mil habitantes.
Indignación porque a pesar de que la nota, los datos del INEGI, los tomaron como eso: como estadísticas, cuando en realidad era una advertencia, una alerta de lo que esta pasando en la entidad, y nadie hizo nada.
Nadie hizo nada realmente, porque las voces de “condena” llenaron los espacios informativos, y las declaraciones fueron de todo tipo, pero nadie, ni los colectivos, ni las activistas, ni las autoridades, ni las instituciones educativas, en este caso la Universidad Autónoma de Querétaro, hicieron algo, solo condenar, quejarse, solo hablar, declarar, decir que tienen programas, planes, etc.
Impotencia porque la alerta estaba dada: Querétaro primer lugar en violencia contra la mujer, y ni siquiera lo que le pasó a la niña Victoria, las desaparecidas en el municipio de Corregidora, Daniela en El Marqués, por recordar algunos casos.
Las acciones que realizan las autoridades, en todos los niveles e instancias, para atender la violencia contra las mujeres no solo en Querétaro, primer lugar, sino en todo el país, resultan insuficientes y no existe una voluntad política ni social para abordar a profundidad esta problemática, por lo que las reflexiones sobre este tema no deben quedarse solo en eso: en reflexiones, en queja, en el ámbito de martirizarse como sociedad.
El feminicidio de Valentina a manos del joven universitario – estudiante de Psicología de la UAQ- solo deja en claro que existe mucha indolencia porque solo se considera el discurso de los feminicidios como un instrumento de sensibilización y no para reconocer la brutalidad que existe en la violencia en niveles más bajos, en los niveles más oscuros de la sociedad, del hombre.
En la UAQ deben de tener en claro que no basta con mandar condolencias públicas a familiares y amigos de Valentina “N”, ni con exigir a las autoridades proceder con la investigación con perspectiva de género para alcanzar justicia.
No, no basta con eso; deben de ser más responsables de sus alumnos y tomar otro tipo de medidas, no solo en Psicología, sino en toda la comunidad universitaria, porque es de todos conocidos que en la UAQ hay un severo problema de acoso, de violencia: de género, académico, oculto pero visible.
Presupuesto tienen para prevenir, no para corregir.
Las autoridades, principalmente en el poder Ejecutivo Judicial porque el legislativo no existe, deben de entender que no basta con “aplicar todo el peso de la ley” al feminicida universitario, porque es la misma frase que usaron en el caso de la menor Victoria, y en todos los caos.
La sociedad se cansa de condenar e indignarse de los feminicidios, de la violencia en general, pero en particular contra la mujer; de seguir esa dinámica lo peor esta por venir, porque detrás de la indignación y condena social, viene después la acción de la gente, que, esperamos nunca llegue, porque normalmente es “ojo por ojo, diente por diente”, o lo que es lo mismo: la violencia genera violencia.
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