Luz Neón
Vías Alternas
Manuel Basaldúa Hernández
“Obra en proceso. Las molestias son temporales, los beneficios permanentes”. Este es un texto que recurrentemente se lee y se ve en los centros urbanos. ¿Qué significa que esto ocurra? Pues que la ciudad es un ente vivo, en constante y permanente transformación. Así que también es conocido en la voz popular que “las molestias son permanentes, y los beneficios temporales.
A lo largo de la historia moderna de Querétaro hemos visto los cambios en el escenario queretano que sorprenden por su vertiginosa rapidez. De ser una modesta ciudad, a pasar a una categoría tímida como “ciudad media”, en donde uno de sus primeros estragos del cambio fue la llamada “gentrificación”, luego la aparición de su “centro histórico”, que anunciaba un área exclusiva y el ensanchamiento de su periferia.
Ante esto, la construcción de vivienda en los llamados “clústeres”, unidades cerradas que, siendo parte de la ciudad, en realidad eran ya pedazos aislados de la unidad urbana. La vorágine inmobiliaria, la especulación de la tierra y la multiplicación de colonias en el municipio que alberga la capital y los municipios vecinos, dieron lugar a una incipiente metropolización.
La ola de cemento, vidrio y asfalto creó repentinamente una urbe que no se transformó al ritmo de las soluciones que los retos de su crecimiento. Es decir, la predicción del aumento de su población, de sus centros de trabajo, y de sus áreas conurbadas, no corrió con la misma velocidad a las demandas de servicios y soluciones requeridos; movilidad, vías de acceso, periféricos, transporte público, servicios de salud, entre otros.
Además, tampoco se ha tenido cuidado de generar patrones de participación ciudadana que coadyuben a este crecimiento. Cómo tampoco una cultura urbana que disminuya el estrés, la ansiedad y la contaminación propia de las ciudades abigarradas por su crecimiento. Aunado a esto, la inmigración intensa, casi salvaje, a la que está siendo sometida la metrópoli queretana, diluye los esfuerzos que las autoridades tratan de alcanzar para una organización de la ciudad, y de responder a las demandas de esos servicios propios de sus habitantes.
Si usted ha sufrido las consecuencias del caos del tráfico por una obra cercana a su vecindario, no se preocupe, dentro de poco tendrá otro.
Una de las razones por las cuales aparecen de manera cíclica estas complicaciones, es que no hay planes de largo aliento. Cada político que llega al gobierno, quiere dejar su impronta en la obra pública. Si los jóvenes pasan a dejar su grafiti en cualquier barda, el gobernante pasa a dejar su obra “pública” en su municipio o ciudad.
Si se elaborara, y desde luego que se respetara y se cumpliera, un programa de largo aliento y con visión futurista, de tal forma que se llevarían etapas y fases de acuerdo al crecimiento programado de la ciudad, estaríamos hablando de un gobierno con visión y congruente con las políticas públicas.
Por lo pronto, nos enfrentaremos a una ciudad colapsada, que no solo tendrá efectos y consecuencias sobre el prolongado tiempo que hay que invertir, con sus ingredientes de estrés, desesperación y angustia. También hay que pensar en la huella de carbón que esta obra causará debido al uso incrementado de los autos y camiones, y los trayectos largos y saturados. Esperemos que los beneficios valgan la pena. A final de cuentas, estos son los costos de vivir en una ciudad con aspiraciones a metrópoli. Las vías alternas de esta obra serán un suplicio para quien busca desplazarse en la ciudad capital.
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