Neon

Luz Neón

Manuel Basaldúa Hernández

 

Si alguna expresión artística tiene ideología no es arte, es panfleto. Si un individuo dedicado a las expresiones artísticas busca un salario del gobierno de su localidad es un burócrata, si se promueve expresiones de genero no es arte, es movimiento ideológico. Si un gobierno o gobernante no define cultura no puede reconocer el arte de su gente.

El tema de la “cultura” en el programa de un gobierno siempre ha sido un galimatías. Muchas autoridades consideran a la cultura y al arte como el futbol, tal como se diría en el argot deportivo, “es lo más importante de los menos importante”.

Uno de los escenarios polémicos en la arena política del Estado de Querétaro es la Secretaría de Cultura. Aspecto que parece no trascender, pero pesa a nivel mediático, presupuestal y desde luego en la identidad de la comunidad. Si atendemos a Gilberto Giménez con una de sus tesis de cultura como proceso simbólico, retomamos la idea de que “es posible asignar un campo específico y relativamente autónomo a la cultura, entendida como una dimensión de la vida social, si la definimos por referencia a los procesos simbólicos de la sociedad”.

En la historia contemporánea del tratamiento de la cultura como concepto y como ejercicio en Querétaro lejos de encontrar una directriz se ha difuminado una identidad, una entidad y la personalidad. Aspecto que se encuentra perdido en la Ley para la cultura y las artes del Estado de Querétaro. No se nota un progreso ni la consolidación del arte y la cultura como programa del estado, a pesar de que han sido sujetas de cambios en su estructura, pasando de conformarse primero como instituto, luego a Consejo y a su vez en Secretaría, siendo ya una de las doce que guían la marcha del proyecto del gobierno en turno. Al elevarlo a Secretaría se ha visto más como un puesto político que como un actor que guie al arte y la cultura.

Siendo que ya cuenta con una infraestructura y presupuesto asignado, aspecto que se piensa positivo, pero en su ejecución no se concreta. Desde hace tiempo, la acción de esta entidad dedicada a la cultura cumple un trabajo como el de Sísifo, parece abrumador, pero no se nota no rinde frutos como es su cometido. Es sabido que los artistas son difíciles de tratar, y actualmente los gremios y los personajes aparecen como islas independientes que no reditúan a la identidad. Es decir, no hay un sello de la cultura de Querétaro. Y cuando hay demandas y planteamiento de necesidades, en muchos casos, lo hacen desde sus propias islas sin proponer ni aportar a la entidad ni a la identidad.

Y por si fuera poco, nuestra metrópoli y el Estado se encuentra en una vertiginosa ebullición demográfica con una pluralidad intensiva. Si no se toma en serio el tema de la cultura, no se verá como el crisol de una sociedad, sino como la asignación de un puesto burocrático más que deba de quedar bien con todos los que no saben que exigir, ante una población que debe tener una guía de identificación pero que no se interesa en sainetes presupuestales. La población simplemente hace lo que tiene como esencia; su cultura.

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