EL LLANO EN LLAMAS
Sergio Romero Serrano 201022
SON OTROS TIEMPOS
Fernando Díaz Ramírez fue un prominente abogado queretano, historiador y maestro que le tocó la fortuna de fundar la Universidad Autónoma de Querétaro. Fue su primer rector y un personaje emblemático de nuestra capital. Esto lo debe saber cualquier estudiante de la UAQ.
Los queretanos que pertenecemos a las generaciones de mediados del siglo pasado, conocíamos al personaje y solíamos saludarlo cuando caminaba por las calles del centro de la ciudad, o lo encontrábamos en algún pasillo de la universidad, cuando ésta solo existía en el edificio que se ubica en la calle de 16 de septiembre.
Mi padre –que era de oficio encuadernador- lo visitaba todos los sábados en su despecho de su casa en la calle de cinco de mayo, porque religiosamente –por décadas- el maestro Fernando Díaz le entregaba algunos libros para ser arreglados a pesar de que algunos fueran nuevos o no estuvieran dañados.
Al maestro le gustaban los encuadernados en piel española y con costillas en el lomo, a parte de los acabados en keratol o percalina. Fueron algunos cientos de libros que pasaron por las manos de mi padre, que hacía un trabajo totalmente artesanal y que conformaron con el tiempo una parte muy basta de la biblioteca del maestro –que por su volumen- llegó a ser una de las más importantes del estado.
Era –sobra decirlo- una persona muy culta, cuyas pasiones eran –hasta donde sé- el derecho, la docencia y la historia. En ésta última fue autor de varios libros. Su texto sobre el sitio de Querétaro es una referencia obligada para los estudiosos de tema, tanto de adentro como de fuera del país.
Fue uno de los pocos queretanos que recibieron la medalla Altamirano por más de 50 años de trabajo docente de manera ininterrumpida. Era un apasionado de su tierra y gran parte de su vida la dedicó para engrandecerla.
Hombre polémico, tenía una voz espectacular, que se apreciaba desde varias calles alrededor de su oficina, cuando daba instrucciones a sus empleados o dictaba documentos a su secretaria. No puedo imaginarme cómo eran sus cátedras. No tuve la fortuna de estar en ninguna de ellas. Pero su trabajo más importante fue –seguramente- la fundación de la Universidad.
Trabajó para la transición del Colegio Civil a una institución de educación superior y posteriormente la dotó de autonomía. El aporte al desarrollo del estado en ese sentido es incuestionable.
A nivel personal, mi primer contacto de niño con los libros fue con los ejemplares que semana a semana pasaban por el taller de encuadernación y que pertenecían al maestro Fernando Díaz. Ahí leí el sitio de Querétaro, de su autoría, y debo confesar que me impactó.
El drama de la caída del segundo imperio mexicano, la aprehensión de Maximiliano de Habsburgo, su juicio y posterior fusilamiento en el Cerro de Las Campanas, fue algo aleccionador. Tuve consciencia de que en mi ciudad habían pasado cosas muy importantes que me definieron como mexicano.
Al morir el maestro Fernando Díaz su biblioteca fue ofertada a la propia universidad, pero ésta no tubo los recursos suficientes para adquirirla. Desconozco si en su totalidad o sólo una parte fue adquirida por la Universidad Autónoma de Nuevo León y se encuentra en la Biblioteca Alfonsina de esa institución.
Es una pena que haya salido de Querétaro. No soy muy afecto a las estatuas y menos en los espacios universitarios donde hay bustos hasta de empresarios, pero el derribo por manos anónimas de la que representaba al fundador de la UAQ me conmovió.
Hasta donde me pude informar se desconocían a los autores del agravio y –consecuentemente- las causas o los motivos, por lo que es muy difícil comprender si esto representa un mensaje, un aviso, una advertencia o tan solo un pasatiempo. No pude evitar recordar el ataque a la fuente de Neptuno en el jardín de Santa Clara, hace días, y otro en San Juan del Río a la balaustrada del atrio del templo de Santo Domingo.
En fin. ¿Qué puedo agregar? Son otros tiempos.
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