Luz Neón
“Ay, Maximiliano, si pudieras venir a Querétaro verías que de esa tu sangre. La que querrías que fuera la última que se derramara en tu nueva patria, no quedo huella, nada quedó en el polvo o en las piedras, nada fecundó tu sangre, a la sombra eterna de Benito Juárez, en la ladera del Cerro de las Campanas: se la llevó el viento, la barrió la historia, la olvido México” escribía Fernando del Paso en sus “Noticias del Imperio. La sangre del Emperador quizá se la llevó el viento, pero el alma en pena del austriaco ha seguido rondando en este valle queretano para poseer a las otras almas que habitan el terruño. El tufillo extranjero ha permanecido en estas tierras, al igual que su postura conservadora y huraña.
La zona de confort que ofrece el conservadurismo esta tejida por la historia de familias portadoras de abolengo que son dueñas de grandes tierras y riquezas de antaño. Igual se construyó gracias a una población dócil y con tendencias a ser trabajadora y obediente. Ambos factores ayudaron que esa zona de confort se mantuviera con la paz y el orden que se campeo en estos terruños, y esta forma de vida siguió así asumida consciente o inconscientemente por quienes se consideran pobladores de este Querétaro actual.
El conservadurismo ha sido una estrategia y un modo de vida para los naturales, también para los visitantes que presumen ideas progresistas pero que disfrutan y se deleitan del conservadurismo, es decir, adoptan un papel acomodaticio. Son como los progresistas falsos que se asumen de izquierda, pero les gusta vivir como los de derecha.
La corriente política que experimenta México actualmente en este Siglo XXI lo ha arrojado a un estado de populismo, pintado por fuera por un tufillo izquierdista, “progresista” le llaman algunos, aunque en realidad es de estancamiento en el subdesarrollo como se constata en las experiencias latinoamericanas. En este escenario donde morena y el oficialismo ha contribuido a lo que John Keane advierte en sus recientes ensayos, que en estos tiempos es más fácil destruir una democracia que construirla.
En su artículo “como los demagogos destruyen las democracias”, publicada en Letras Libres #311, señala tiempos turbulentos, porque millones de ciudadanos maldicen a los políticos, se quejan de la mala actuación del gobierno (anterior), pero no advierten que con esta tendencia su democracia se esté deslizando rápidamente hacia el borde del precipicio.
Las tradiciones locales ya no son genuinas, son meramente espectáculo para el turista, para los folletos de promoción del Estado. Todo es simulación. Hay ansias por quitar a las familias de elite y abolengo del gobierno a los mismos de siempre. Dicen los nuevos queretanos por adopción que el pueblo será quien gobierne y decida quien esté al frente. Pero conservadores ya no se admiten.
Querétaro siempre ha sido señalado como conservador, y tenemos de vecina a la CDMX siempre “progresista” que, en esta construcción de la megalópolis, el contagio de posturas parece inevitable porque los “naturales” han sido reducidos a pequeñas elites o indiferentes grupos arrinconados a los barrios con tradiciones ahora consideradas como rancias. La gran población que se vino a asentar aquí nos trajo modernidad e ideas nuevas, por lo cual se perciben aires de cambio, pero no sabemos si este cambio será genuino, y benéfico para la sociedad en su conjunto. ¿Ese cambio progresista será demagógico o será real y efectivo? Dada la experiencia del sexenio anterior, y la continuidad del programa político de su líder en voz de la actual mandataria, las palabras de Keane parecen tener más vigencia. El catedrático de Sidney concluye en su artículo al señalar esta era de los demagogos: “El final del juego es un despotismo extrañamente nuevo: un estado corrupto gobernado por un demagogo, respaldado por oligarcas gubernamentales y corporativos con la ayuda de periodistas dóciles y jueces sumisos, una forma de gobierno de arriba abajo asegurada por la fuerza combinada del puño y la servidumbre voluntaria de millones de súbditos, a veces gruñones pero en última instancia leales, dispuestos a prestar sus votos a un Líder que les promete futuros beneficios materiales a cambio de obediencia como “pueblo” ficticio. Una democracia fantasma”.
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