Hoy el mundo se achica en cada casa
Un espectro deambula por las calles,
Nadie sale, salvo un puñado de valientes,
Los que enfrentan sin armas al demonio
Los que cierran los ojos por el hambre.
Los demás, guardados, ante el miedo
De un fantasma que se mete por la boca.
Otro miedo nos agobia, es el silencio,
Porque el tiempo ha gastado las palabras
Porque el tiempo es agua entre las manos
Porque el tiempo es dispendioso en el encierro.
En el momento que se aceptó ser connados
El pensamiento se redujo a un calabozo,
Perdió su libertad, mostró su mansedumbre,
Mentira que el tiempo sobra cuando la libertad falta,
Mentira que mejor convives cuando el pan no alcanza.
Hoy me escondo de un virus miserable,
Dicen que soy por viejo una víctima viable
Y a él, verdugo pequeñito, letal e implacable,
Digo no temerle, que mi puerta está abierta
Y sin embargo, ¡nadie sale y nadie entra!
Un suspiro, la distancia entre la puerta y la calle,
Asxia interminable entre el tiempo y mis hijos,
Incertidumbre sin pausa, sin otear la otra orilla,
Las ardillas mirando con asombro a mi ventana
Y yo, buscando su mirada, ¡para sacar algo de casa!
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