Neon

 

Por Manuel Basaldúa Hernández

México ha sido tierra de contrastes y contradicciones. Una de estas posturas binarias es la que se experimenta actualmente con el escenario nacional sintetizado en la aprobación del presidente de la República de este sexenio. Ante el azoro de muchos la estadística que muestran las gráficas de aceptación al primer mandatario es una verdadera contrariedad.

Los aspectos más destacados de la crítica situación en los que se ha visto sumergido el país tiene que ver con aspectos neurálgicos, a saber; el Sistema de Salud convertido en un galimatías después de la desaparición aparato de atención para los derechohabientes. Una pandemia mal manejada no solamente con consecuencias funestas con resultados de miles de fallecimientos. Su consecuente falta de apoyo económico a empresas de todos los niveles y el deterioro de la economía de muchas familias.

El incremento de la violencia en todos los órdenes con las mismas consecuencias mortales que el anterior aspecto. La inseguridad galopante derivada de la inacción del estado para acotar al crimen organizado. La ambivalencia del funcionamiento de la Guardia Nacional respecto a sus funciones, y las multiplicidades de tareas del Ejercito han hecho que las fuerzas armadas impriman más temor en los civiles que en los criminales. La educación sin rumbo definido tanto en sus programas como con el personal docente, en fin, una larga fila de pendientes, agravios y mentiras.

Luego entonces, ¿por qué la alta aceptación que tiene el presidente?

La psicóloga neoyorquina Leonore Walker se refirió al “síndrome de la mujer maltratada” cuando encontró datos interesantes y sistemáticos en sus estudios cuando era la década de 1970. Ella documento los casos de maltratos prolongados y graves de las mujeres, y algunas manifestaciones de estas víctimas que se rebelaron con sus agresores hasta cometer homicidio. Pero antes, hubieron de pasar algunas fases en ese trance fenomenológico. Para eso Walker identifica tres aspectos: violencia prolongada, Autoestima baja y aceptación. Es decir, recibe o a recibido la mujer violencia física, verbal, psicológica, sexual y combinación de estas. Estado de depresión que lleva a tener sentimientos de impotencia para superar su situación, y la tercera que es la aceptación de su condición. Se convence de que la víctima tiene la culpa en cierta medida y tiene que asumir su estado, aunado a una situación de stress que en algún momento puede detonar y pasar de victima a victimario.

En el caso mexicano escenario de la 4T, y a nivel social, después de que grandes sectores de población experimentaron exclusiones y clientelismo descarado con otros partidos en el poder, o haber sido objetos de un chantaje político por sexenios, aparece alguien que se comunica con ellos a través de frases y palabras de supuesta comprensión, pero con la

misma forma de violencia y maltrato que las captura afectivamente. Esta ha sido la clave del mandatario, que actúa como el mismo sujeto violentador que es protegido por sus víctimas. Con promesas de cambio y transformación, y esperanza de que afuera hay un clima de amenazas de la cual el las protegerá. El mismo patrón sociopático como cuando la mujer esposa del hombre alcohólico y violento lo defiende justificándolo de sus acciones. Envuelta en esa fascinación de esperanza de cambio.

Después de ritual del informe de la presidencia que le corresponde al mandatario del Ejecutivo cada año de su gestión, la postura de aceptación se mantiene vigente. Y tanto como él, esos sectores populares parecen no escuchar las criticas ni las evidencias de muchos hechos.

Dos patas fundamentales de la mesa de la que se sirve el presidente derivado de ese informe son; la primera, las ideas del combate a la corrupción e incremento de cantidades de dinero asistencial dirigido a las clases populares. La segunda, la estabilidad económica y el resguardo de estados bursátiles y de inversión dirigidos a empresarios y financieros. Las otras dos patas restantes son el amago a los opositores que no han sabido deshacerse de la condena de su pasado plagado de corrupción, y la cuarta no es la transformación, más bien es la irracional actuación de seguidores fieles no solamente con el ideario del presidente sino de convencimiento de su actitud revanchista contra la clase media y alta que va más allá de sustentos ideológicos. Alimentados por esa especie de síndrome de la mujer maltratada. Síndrome que aparece en muchas partes del mundo, pero tan arraigado en nuestra tierra que parece síndrome mexicano

 

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