Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
Querétaro es pueblo grandote, con visos de modernidad y elementos contemporáneos. En ocasiones usamos eufemismos para señalar a nuestro conglomerado urbano como “zona metropolitana”, “la ciudad”, y hasta se ha llegado a señalar como “ciudad inteligente” entre otros epítetos. Una ciudad se mide por el tipo de servicios, empleo, salud y la calidad que se le brinda al ciudadano, es decir, a sus habitantes que la constituyen. En nuestro caso, Querétaro además de ser un pueblo grande es todavía una ciudad pequeña. Sera acaso ciudad media en términos estadísticos por el número de habitantes que tiene, pero solamente por eso.
¿Recuerdan aquella frase chilanga que decía que pasando la caseta de Tepozotlán lo demás es provincia? La variante de esta frase es que donde termina el asfalto terminaba la el DF empezaba la provincia, según los propios chilangos (termino aceptado por esta especie de etnia guerrera). Pero en la propia capital del país la movilidad tiene sus asegunes. Si en México no hay una “cultura” donde se dignifique al peatón, solamente algunas áreas de esa CDMX las podemos encontrar, fuera de ahí el transeúnte pasa las de Caín para transitar en su poblado.
La CDMX si tiene banquetas, pero están llenas de jardineras, puestos de ambulantes, boleros, y otros cientos de vendedores informales que nulifican la banqueta.
Bajo aquella lógica de las frases chilangas, ahí donde termina la banqueta se observa la “provincia”. Es decir, lo que carece de una visión y calidad urbana digna de una capital. En Querétaro las banquetas son realmente inexistentes. O las que existen son una especie de Frankenstein banquetero.
En unos tramos son simplemente una hilera, como una tripa estirada en la calle. En otros tramos existe algo parecido a trozos de mazapán, debido a la pésima calidad del material con que fueron hechos y se forma por pedazos, en otros son tramos con hoyos parecidos a trampas para osos. Otras banquetas solamente sirven para que su instalen postes del cableado de la energía eléctrica, de teléfonos, de servicio de Tv, anuncios, señalética de tránsito, entre otros obstáculos.
El colmo ha sido que solamente existe la guarnición que divide el arroyo de la calle y la banqueta, pero la banqueta es inexistente. Y así, podemos encontrar una amplia variedad de entuertos que simulan ser banqueta. En suma, el peatón, el caminante o el que transita en la vía publica tiene que sortear ese tipo de banquetas y bajarse al arroyo de la calle. Pero si esas calamidades en tiempo de secas no fueran suficientes, existe otra más.
En tiempos de lluvias, las calles se anegan, o por ellas pasan corrientes de agua, hay encharcamientos, tanto por el agua pluvial, como por las aguas negras que sales de las alcantarillas hay estar conectadas por torrenteras. Así que el peatón al cruzar o transitar por la calle tiene que hacerlo entre el agua, de lluvia o de las aguas negras del drenaje.
En Querétaro transitan ciudadanos con pies mojados. Y esa condición existirá mientras no tengamos una autoridad que le dé importancia a este factor de servicio de su administración. Pero también, hasta que la propia ciudadanía exija un trato digno, y que eleve este centro urbano en una ciudad con todos los elementos que se requieren para gozar de esa categoría.
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