Cristóbal de Virués
Consultor privado en seguridad
Sí, otra vez la culpa es del policía. ¿Hasta cuándo seguiremos echando la culpa al síntoma y no a la enfermedad? ¿Hasta cuándo nos dejaremos engañar?
El último acontecimiento (al menos mientras esto escribo), el del 30 de abril pasado, vuelve a sacar a la luz las deficiencias del sistema de seguridad pública municipal, cuyo plan de seguridad, en mi torpe ignorancia, desconozco.
Pero no debemos preocuparnos, pues ya nos dijeron que estos hechos no pueden ni deben volver a repetirse. Ciertamente la frase no me resulta desconocida, y sospecho que al lector tampoco.
Se exigirán resultados tangibles en seguridad, nos dijeron también, y desde luego ya va siendo hora. Bueno, todo lleva su tiempo.
Ahora ya habrá, por fin, supervisión del desempeño y la capacitación del policía; está bien, nunca es tarde si la dicha es buena.
Habrá cero tolerancia para los errores de los servidores públicos. Claro, imagino, mordazmente sin duda, que habrá una escala, donde los de “abajo” seguirán siendo, mientras esto sea posible, los culpables.
Parece que ya han descubierto, en aguda pesquisa, que hay algo que corregir en el interior de la corporación municipal; aunque, en realidad, no debemos profundizar mucho en ella para descubrir el error fundamental. No, no está dentro.
El secretario de Seguridad Pública llega a la escena del 30 de abril, parece ser que para atender a los medios de difusión, y seguir las instrucciones del “señor presidente”. ¿Cuántas horas de patrulla tendrá el señor presidente y el mismísimo secretario para girar instrucciones? Ya, ya sé que la ley así lo indica o permite, pero aquí nadie violó ninguna ley positiva.
Esto de atender a los medios de difusión es muy antiguo, pero muchas veces poco honesto: o se les quiere comprar (y no falta el que se deja), o se les miente o dice verdades a medias.
A los medios de difusión (al menos así ha de ser con los decentes) se les atiende periódicamente, y se les hace partícipes de la seguridad, con sinceridad, pues ellos son transmisores para la sociedad de las actividades públicas (o públicas deberían ser), haciendo a su vez partícipes a la sociedad en la seguridad de todos.
Dijeron también, con aparente satisfacción, que, en lo que va del año, llevan 225 expedientes presentados ante el Órgano de Control Interno; sí, definitivamente algo ocurre en el interior de la corporación municipal, y siempre habrá, claro, un policía culpable.
No, el problema no es del policía, el problema es del sistema, con sus leyes incluidas.
Como ya señalamos en la última charla de seguridad, el índice de impunidad en la nación supera la aciaga cifra del 98%, y la cifra negra el 92%.
Desde que se tiene estadística confiable en la materia, nada ha cambiado en veinte años; pasan partidos en el gobierno, pasan presidentes, gobernadores y alcaldes, pero la seguridad y la justicia permanecen estancadas, según los datos del desaparecido ICESI, del Consejo ciudadano de Seguridad Pública de la Ciudad de México, del Observatorio Nacional Ciudadano, de la Hispanics in Philantropy, la Open Society Justice Initiative, o la mismísima ONU.
El problema es el sistema, su corrupción, la intromisión de la política en asuntos técnico profesionales, no del policía, él es la primera víctima del injusto sistema.
Como consecuencia de este deterioro, es víctima toda la sociedad, que sufre los estragos de un sistema de justicia y seguridad ineficaz, cuando no cómplice.
La policía municipal atiende aproximadamente el 86% de los delitos, es la primera protectora de la sociedad, nace de su entraña; no es cercana, está integrada en ella. Ya es hora de atenderla apropiadamente.
No quisiera extenderme más en estas líneas, pero invito a todos los que estén sinceramente interesados en los auténticos problemas de nuestra seguridad, y en el futuro de sus hijos, a participar en la próxima ponencia que daremos sobre la materia (si nos dejan) muy pronto: La Seguridad Revelada.
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