MERIDA LINDA
No se qué tiene mi tierra
que no hay otra como ella:
¿será su luna más grande
y que cuento más estrellas?
O tal vez sus flores encendidas
bajo un sol que raja piedras
y que en la tarde,
acariciada por la brisa,
en las sienes prendidas
lucirá linda mestiza.
Algo tiene mi pueblo
que no hay en otro lugar,
¿acaso la blanca tierra
que en maya llamamos sascab?
O será por el plano verde
que se funde con el mar,
¿o la casita de paja
con su pozo a medio solar?
Quizás es por su buena gente
sonrisa amiga de par en par,
de trato amable, muy complaciente,
que el buen viajero sabe apreciar.
No se decirlo con galanura,
me apoya entonces la observación:
¿será mujer tu cara de Luna
lo que a mi tierra vuelve canción?
No todo es grato a mis preguntas,
también hay penas por explicar:
Será causa de mi tristeza
la nostalgia que me abruma
¿por el tiempo que se va?
¿Qué se lleva a mis amigos,
mis recuerdos y el palmar
y que regresa como heridas
que nadie puede cerrar?
Así, Mérida Linda y amada,
se vuelve la tierra hacia mí,
tierra de la que he salido
¡buscando lo que hay aquí!
Más fingir nunca he podido
que soy muy feliz ausente,
si en mis ojos se descubre
La nostalgia por mi gente.
Cargo el peso de la ausencia
y no hay lugar para olvidar:
la pandilla y los hermanos
como pájaros en las ramas,
hurtando caimitos y mangos,
Sisando zapotes y huayas,
acosados por el grito
y la lluvia de pedradas
del vecino enardecido
que nos evitaba jugar …
—robar, rezongaba él—
En las tardes de mi tierra
cuya brisa viene del mar,
las vecinas la disfrutan
estrujando al que no está,
vigilando de reojo
a sus niños en la calle,
cuya pelota traviesa
algún vidrio romperá.
¡Tantos juegos se han perdido
cuanto la ciudad ha crecido!
El burro castigado y el tinjoroch,
la chácara y la kimbomba,
pesca-pesca y tamalitos a la olla,
y como cabras en la noche
cansados de callejear,
nuestra madre nos consentía
con chocolate de agua y dulce pan,
colgadas ya las hamacas
¡para volver a soñar!
Mérida Linda es más grande
y casi no la puedo abrazar;
de bellas tierras muy lejanas
la han venido a refundar,
nos han traído su historia,
sus costumbres y su amor,
se amalgaman los eventos
hacia un nuevo Yucatán.
Negociantes* han brotado,
por lo pronto, de a montón:
los panuchos se han fundido
con los sopes, ¡bienvenidos!
La chaya guiñe ojos al romero;
se gusta de cochinita y barbacoa
que amplían dilecto menú;
franceses y hamburguesas,
Xtabentun y tequila,
malvaviscos y los zunchos
y al final, “hasta luego”,
además de “vaya bien”.
Esta tierra, que es mi tierra,
en verdad no tiene igual,
su música es diferente
su fiesta típica, la vaquería;
¿su comida? ¡bomba!,
¡emblema y arte nacional!
Mérida Linda, Madre singular,
acicalada con flores multicolor
a la vera del encaje de tu albo traje,
tejido a mano con arte y con amor:
todo en ti se usa sin agravio
y vaya que así, se ve mejor;
los huipiles estampados,
guayaberas y alpargatas,
los tenis y la mezclilla,
¡oiga usted, que maravilla!
son la estirpe que ya está,
es la suma de esperanzas,
es la forja de los pueblos
¡Todo en uno es Yucatán!
Carlos Ricalde
*Negociante: expresión usada para llamarle a un objeto que por el momento
se olvidó el nombre.
Hay que fijarse en la mirada de la persona que pide ese objeto, ¡más si la
Madre lo señala
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