Por: Manuel Basaldúa Hernández
Enfermarse con el virus del covid19 es inundarse de una angustia desagradable. Uno considera lejana la posibilidad del contagio hasta que de manera sorpresiva, silenciosa y fatalista la tiene uno dentro del cuerpo. Sin más remedio hay que esperar y que el tiempo transcurra mientras nuestro sistema de defensas hace lo suyo, manteniéndonos indefensos y sintiéndonos totalmente inútiles.
Tampoco es una cuestión de suerte, ni de castigo divino. Es un riesgo de salud pública a la que se debe uno enfrentar a diario. Es dar la cara al escenario que nos pone la naturaleza que hemos trastocado.
Descubrimos que tiene el mismo valor de ayuda un insulso ibuprofeno, que un té de yerbas con miel, limón y miel, o nada. Tirados a nuestra suerte en el lecho de postración, debido a los ingratos síntomas que nos doblegan: escalofrío, dolores musculares, dolor de garganta y ese ardor que parece que nos asfixiaremos a cada respiración o pasar saliva. El dolor de cabeza es taladrante, y ni se diga el suplicio del flujo nasal. La tos que aparece impredecible, de forma escandalosa y que delata nuestra condición miserable ante los demás que nos rodean.
Es una experiencia kafkiana. Nadie puede ayudarnos, ni puede acercarse a nosotros, no pueden hacer nada por uno. Se encuentra uno en condición de ser unasimple Gromphadorrhina Portentosa con la espalda pegada a la cama sin podernos levantar, con las patitas hacia arriba, agitandolas tratando de incorporarse inutilmente, moviendo las antenas haciendo señales sin significado y viendo como nuestros familiares nos miran con piedad y temor.
Dormir es un ejercicio con muchos suplicios. La tos nos lleva al insomnio, a los sobresaltos hacia la vigilia. Y entonces nos quedamos solos bajo las sábanas. Pensando en lo mas fatuo, lo mas sencillo tanto como urgar en las respuestas a situaciones complejas que nos enfrentamos, o tratando de contener el alud de recuerdos de etapas pasadas, remotas o recientes. Nuestro inconciente haciendo corto circuito.
Los memes o chistes de las pruebas PCR desaparecen en el momento en que el isopo visita nuestro interior nasal y bucal. Son instantes de una eternidad. Al cerrar los ojos imprimimos nuestra fotografia craneal, el abismo de nuestro ser. Y ver como al entregarte el codigo de tu prueba esta sellada ya la fatalidad del resultado, aunque tengas la esperanza de que no sea cierto. Despues, vuelves a mirar los memes o los chistes y concuerdas con la experiencia, pero en realidad lo que pesa porque ya no es gracioso son las estadisticas a las que has sido incorporado.
De acuerdo a los datos que proporcionó el Ingeniero Químico Ambiental del MIT y la Universidad de California Campus Berkeley, en la entrevista de Pascal Beltran del Río el jueves 27 de enero del 22, hay un poco mas de 455 actas de defunción en la RENAPO hasta antes del 4 de diciembre del 2021 en las que el covid es la principal causa de muerte. Para la Secretaría de Salud del Gobierno Federal de México su estimación es de 304, cuando al inicio de la pandemia López-Gatell pronosticaba una cantidad de 60 000 muertes por esa causa.
A ciencia cierta no sabremos de la cantidad exacta, pero ha sido un dato escandaloso, debido a que el sistema de salud de nuestro país no ha sido tomado con las medidas exigidas por la pandemia.
El quedarnos en casa mientras padecemos el ataque del virus nos aísla de nuestras actividades diarias, de la productividad económica, del abasto para nuestras casas, de nuestros amigos y familiares, y estamos totalmente confinados, pero a la vez estamos atados a un sistema de salud que no ayuda demasiado por la forma en que se ha manejado en el país.
Con el contagio nos damos cuenta que además de ser parte de la estadística, somos parte de una nueva clasificación: enfermos de covid, primeras cepas con efectos secundarios de afecciones de larga data, con afecciones en órganos vitales como corazón, pulmones o la piel. Luego los que estamos o no vacunados, los que tenemos cuadro completo de vacunación, los que solamente tienen una dosis, los que no alcanzan ni una sola dosis. Las clasificaciones etarias donde los niños no están siendo vacunados. Los que padecen omicron, los que tienen long covid. Los que han perdido el gusto, el olfato, la memoria en lapsos, entre las 200 consecuencias sutiles del virus.
Los que entramos en esa fase de contagio y al final salimos, vemos la luz de distinta forma. Reflexionando que hubiera sido de nosotros si nos hubiéramos enfermado en la primera fase cuando no existían las vacunas. Que hubiera pasado si fuéramos trastocados por esas afecciones de “long covid”.
Salir de la fase de afección y de contagio nos hará mas cautos, mas empáticos, y también sabedores de pertenecer a esta generación de tener el cubrebocascomo símbolo de cuando la humanidad trastocó el medio ambiente y la biología.
Por las noches, al regreso a nuestro lecho de la recámara ya no será visto ni sentida como antes. Un espacio de refugio, un bunker que necesitamos para protegernos y para escapar.
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