Neon

Manuel Basaldúa Hernández

Imagínese que su casa cuenta con lo necesario para que viva con las comodidades que necesita usted y su familia compuesta por cuatro integrantes. La casa tiene tres recamaras, dos y medio baños, sala, comedor, patio de servicio, un jardincito y estacionamiento para dos autos. está construida con la siguiente distribución: planta baja, estacionamientos para dos autos, sala, comedir, cocina, patio de servicio y medio baño, en medio y al interior la escalera que sube a las recamaras con dos baños completos. En la azotea un tinaco de capacidad de 750 litros de agua. Cuando la iba a construir le requirieron los planos arquitectónicos y de ingeniería civil para otorgarle el permiso.

El diseño permitiría que usted cuando cocine tenga al lado el comedor, y después pasaría a la sala para descansar o pasar algo de solaz. En el patio de servicio tendría su lavadora, algo de herramientas y parte de su alacena de limpieza. Cuando se iría a dormir tendría al lado de su recamara un baño completo para sus necesidades de higiene y limpieza. Las demás recamaras para sus hijos. Y abajo sus autos estacionados correcta y cómodamente.

Pero por cuestiones de economía fue construyendo por partes y de forma acelerada. Así que no siguió el diseño y como la autoridad no lo vigiló en el seguimiento de la construcción que le autorizó, su casa quedo de la siguiente manera. La cocina a un lado de un medio baño, en medio el patio de servicio separando la sala y el comedor en donde se sitúa la escalera para subir a las recamaras. Y los otros dos baños quedaron abajo en el estacionamiento al frente de la casa. Por si no fuera suficiente, le llegaron visitas de dos de sus familiares. Y habría que estacionar cuatro autos más, y dar alojo a seis sobrinos, dos tías, un primo lejano y a una media hermana que trajo a una amiga de su infancia.

Las recamaras se saturaron, algunos tuvieron que dormir en la sala, el agua ya no fue suficiente, y la incomodidad del paso de muchos familiares para llegar a las recamaras, con la incomodidad de la escalera afuera. La sala ya no cumple su función de estar y el comedor se convirtió en la bodega de las maletas. Lo peor es que su esposa presume que su casa goza de buena ubicación y hay un clima perfecto para vivir en ese lugar, por lo que otros familiares se animan a venir de visita.

La ciudad, cualquier ciudad latinoamericana, en especial las mexicanas, padecen de una anarquía estructural que amenaza con asfixiar el ambiente urbano que genera. Su desordenada distribución es diametralmente opuesta a los planes urbanos de desarrollo que presumen sus autoridades locales, las cuales muestran en planes burocráticos, bondades que hacen que el ciudadano se ilusione.

Tal como la metáfora de una casa anárquicamente construida y saturada con su familia extensa, la ciudad latinoamericana, y en nuestro caso la queretana, ofrece un escenario metropolitano con muchas amenidades, pero con un orden que ha sido desbordado por la demanda de servicios, la mala distribución generada por la presión de la inmediatez y el otorgamiento de los servicios de corto alcance, así como la propaganda excesiva de bondades limitadas.

En Querétaro se vive la ciudad al borde de la histeria debido a que se salió de control la planeación urbana. Las escuelas, universidades y centros educativos quedaron asfixiadas por desarrollos urbanos que no ofrecen estudiantes en su vecindad. Los estudiantes viven lejos de sus centros educativos. Los parques industriales y los centros laborales corrieron con la misma suerte, ubicados en los extremos geográficos de donde viven los trabajadores y empleados. Los jardines fueron reducidos en su extensión y funcionalidad, además de quedar en medio de vías de comunicación con intenso tráfico, por lo que su función se redujo considerablemente. Y así sucesivamente, podemos ir señalando una serie de aberraciones de distribución y otorgamiento de servicios que tienen poca eficiencia y funcionalidad.

La ciudad latinoamericana ha quedado reducida a un frankenstein urbano. Querétaro no es la excepción. Los tramos que hay que recorrer para llegar a los centros de actividad escolar, laboral o de servicios son largos y poco funcionales. Sin una eficaz comunicación del transporte público, o de estacionamiento en el caso del uso del automóvil. Ya ni se diga de los puntos de encuentro para el esparcimiento o para la diversión del que debe de gozar la población.

Este galimatías metropolitano es resultado de políticas públicas inadecuadas, de corto plazo, con fines políticos, debilidad de la autoridad ante la voracidad de constructores de vivienda en masa o de elite, sino es que de contubernio. Además de la debilidad y poca fuerza que presentan los urbanistas profesionales ante los tomadores de decisiones y una población apática que es especialista en quejarse, pero omisa en exigir adecuados desarrollos urbanos. Frente a esto, solo queda la resignación de reaprender a vivir en la ciudad.

Luz Neón

Reaprender a vivir en la ciudad

Manuel Basaldúa Hernández

Imagínese que su casa cuenta con lo necesario para que viva con las comodidades que necesita usted y su familia compuesta por cuatro integrantes. La casa tiene tres recamaras, dos y medio baños, sala, comedor, patio de servicio, un jardincito y estacionamiento para dos autos. está construida con la siguiente distribución: planta baja, estacionamientos para dos autos, sala, comedir, cocina, patio de servicio y medio baño, en medio y al interior la escalera que sube a las recamaras con dos baños completos. En la azotea un tinaco de capacidad de 750 litros de agua. Cuando la iba a construir le requirieron los planos arquitectónicos y de ingeniería civil para otorgarle el permiso.

El diseño permitiría que usted cuando cocine tenga al lado el comedor, y después pasaría a la sala para descansar o pasar algo de solaz. En el patio de servicio tendría su lavadora, algo de herramientas y parte de su alacena de limpieza. Cuando se iría a dormir tendría al lado de su recamara un baño completo para sus necesidades de higiene y limpieza. Las demás recamaras para sus hijos. Y abajo sus autos estacionados correcta y cómodamente.

Pero por cuestiones de economía fue construyendo por partes y de forma acelerada. Así que no siguió el diseño y como la autoridad no lo vigiló en el seguimiento de la construcción que le autorizó, su casa quedo de la siguiente manera. La cocina a un lado de un medio baño, en medio el patio de servicio separando la sala y el comedor en donde se sitúa la escalera para subir a las recamaras. Y los otros dos baños quedaron abajo en el estacionamiento al frente de la casa. Por si no fuera suficiente, le llegaron visitas de dos de sus familiares. Y habría que estacionar cuatro autos más, y dar alojo a seis sobrinos, dos tías, un primo lejano y a una media hermana que trajo a una amiga de su infancia.

Las recamaras se saturaron, algunos tuvieron que dormir en la sala, el agua ya no fue suficiente, y la incomodidad del paso de muchos familiares para llegar a las recamaras, con la incomodidad de la escalera afuera. La sala ya no cumple su función de estar y el comedor se convirtió en la bodega de las maletas. Lo peor es que su esposa presume que su casa goza de buena ubicación y hay un clima perfecto para vivir en ese lugar, por lo que otros familiares se animan a venir de visita.

La ciudad, cualquier ciudad latinoamericana, en especial las mexicanas, padecen de una anarquía estructural que amenaza con asfixiar el ambiente urbano que genera. Su desordenada distribución es diametralmente opuesta a los planes urbanos de desarrollo que presumen sus autoridades locales, las cuales muestran en planes burocráticos, bondades que hacen que el ciudadano se ilusione.

Tal como la metáfora de una casa anárquicamente construida y saturada con su familia extensa, la ciudad latinoamericana, y en nuestro caso la queretana, ofrece un escenario metropolitano con muchas amenidades, pero con un orden que ha sido desbordado por la demanda de servicios, la mala distribución generada por la presión de la inmediatez y el otorgamiento de los servicios de corto alcance, así como la propaganda excesiva de bondades limitadas.

En Querétaro se vive la ciudad al borde de la histeria debido a que se salió de control la planeación urbana. Las escuelas, universidades y centros educativos quedaron asfixiadas por desarrollos urbanos que no ofrecen estudiantes en su vecindad. Los estudiantes viven lejos de sus centros educativos. Los parques industriales y los centros laborales corrieron con la misma suerte, ubicados en los extremos geográficos de donde viven los trabajadores y empleados. Los jardines fueron reducidos en su extensión y funcionalidad, además de quedar en medio de vías de comunicación con intenso tráfico, por lo que su función se redujo considerablemente. Y así sucesivamente, podemos ir señalando una serie de aberraciones de distribución y otorgamiento de servicios que tienen poca eficiencia y funcionalidad.

La ciudad latinoamericana ha quedado reducida a un frankenstein urbano. Querétaro no es la excepción. Los tramos que hay que recorrer para llegar a los centros de actividad escolar, laboral o de servicios son largos y poco funcionales. Sin una eficaz comunicación del transporte público, o de estacionamiento en el caso del uso del automóvil. Ya ni se diga de los puntos de encuentro para el esparcimiento o para la diversión del que debe de gozar la población.

Este galimatías metropolitano es resultado de políticas públicas inadecuadas, de corto plazo, con fines políticos, debilidad de la autoridad ante la voracidad de constructores de vivienda en masa o de elite, sino es que de contubernio. Además de la debilidad y poca fuerza que presentan los urbanistas profesionales ante los tomadores de decisiones y una población apática que es especialista en quejarse, pero omisa en exigir adecuados desarrollos urbanos. Frente a esto, solo queda la resignación de reaprender a vivir en la ciudad.

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