Manuel Basaldúa Hernández
Acaba de terminar el festival Querétaro experimental, también acaba de concluir un evento que llevaba el título de Queretaroverso, o algo así. Empieza el Hay Festival con gran entusiasmo. Nuestra ciudad sigue siendo un punto de atracción importante para muchos nacionales y extranjeros. El escenario es la ciudad barroca, el codiciado “centro Histórico” y sus modernas instalaciones satelitales, como el Centro de Negocios o el mismo teatro Metropolitano.
No obstante el gran esfuerzo de las autoridades por mantener este escenario citadino con una mejor presentación, tanto el centro de la ciudad, como su periferia denota mucha basura, suciedad y paredes y vías de comunicación grafiteadas. No parece una ciudad digna.
Las paredes de casa abandonadas, de bardas, pero también de edificios oficiales, de instalaciones comerciales, tanto sin uso como en uso, los aparadores, los paraderos de autobuses, los puentes, los anuncios aéreos conocidos como “espectaculares”, entre otros muchos espacios, están grafiteados, pintarrajeados y llenos de sticekrs o pegatinas con grabados. Los bordes y muros de las carreteras, de los accesos y los señalamientos viales están grafiteados. Son grafitis añejos, otros nuevos, y los que se van sumando. La imagen es de una ciudad sin ley, dejada en las manos de las bandas de grafiteros o de solitarios mensajeros que dejan sus firmas, sus diseños, su garabato expresivo.
¿Qué quieren expresar aquellos quienes dejan sus huellas en las paredes? ¿Existen las pandillas o las bandas en cada colonia? ¿o son sujetos que de forma individual quieren llamar la atención y marcar su territorio? Si las personas dejan ahí sus mensajes, mantener la ciudad bajo el imperio del aerosol, también las autoridades al dejar a la decidia esos grafitis nos están dejando también su mensaje: estar más preocupados por alcanzar “el siguiente nivel” del escaño gubernamental vía elección popular, que administrar bien su distrito o su municipio.
El Ayuntamiento dio a conocer hace poco un programa de atención a grupos de jóvenes, y según esto, darían inicio con las más conflictivas y que tienen focos rojos. Pero tal parece que va lento y es de mediano y largo plazo, mientras que los movimientos de demandas van a pasos agigantados y engullen la ciudad. O no son los adecuados o las autoridades se han visto rebasadas.
Un aspecto más. La basura en las calles. Complemente de los grafitis, la basura derramada en las banquetas, la acumulada en las esquinas, la dispersada en las guarniciones completa un escenario citadino de ciudad abandonada. El servició de limpia no es suficiente ni eficiente para tal propósito. Quizá el servicio concesionado solo está contratado para cierta cantidad, y su presupuesto está estipulado para recoger solamente algunas toneladas, no más. No hay supervisión de inspectores de sanidad ni mucho menos de las autoridades, a menos de que esté marcada la agenda para una “visita” o “encuentro” con los vecinos para que esta zona sea limpiada. Porque desde los ventanales de sus oficinas, todo luce muy bien.
¿Y qué decir de la “suciedad” en el Centro Histórico? Es decir, de los excrementos humanos que son dejados por los migrantes o los vagabundos que pernoctan y viven o deambulan en las calles del centro histórico. No hay servicios de baños para ese sector de la población, y por lo tanto hay caca en las banquetas y las calles de la ciudad. Escuche decir a un vecino del centro criticar la promoción del turismo, y expresaba:
“para que quieren traer más gente? ¿Para que vean su cagadero?”
Pues la ciudad tiene mucho futuro. Su crecimiento es inaudito. Pero bajo esas situaciones salubres y de imagen pública, da tristeza tenerla en estas condiciones.
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