Neon

Manuel Basaldúa Hernández

 

Habrá mercado físicamente, pero el tianguis sigue siendo el alma del comercio queretano.

La gente en México gusta de chacharear, de comer al aire libre, con algún cantante ambulante alegrando el momento. Ir al tianguis y ver que se puede comprar. Ser marchante y conocido del vendedor, aunque nunca se conozca el nombre, o si, y tratarlo como a otro familiar, es la razón de elegir el puesto para proveerse de lo que uno necesita, o no, pero de todas formas comprar algo.

 

En la periferia y los alrededores de la ciudad, hay tianguis de muchos tamaños y bajo el mando de diversas organizaciones, aunque los más grandes y tradicionales son los de Lomas de Casa Blanca que se mueve también a la colonia Comerciantes y el Tianguis de Satélite. En las diversas colonias populares también existen pequeños tianguis que contienen una línea de venta diversa.

 

No obstante, la cantidad existente, poco a poco se van extinguiendo los tianguis de la ciudad, quedan algunos como una muestra del pasado, otros que están en transición, con modelos de vendimia muy personales. Pero los que quedan se resisten a desaparecer ante la ola de mercados o plazas. Hay una especie de “oxxizacion”, o sea, esa invasión de los oxxos autonombrados como tiendas de conveniencia, que son crueles competidores contra las tiendas, y con ese modelo de invasión las plazas aplastan tradiciones y usanzas que se van con los vecinos que hacían comunidad.

 

El tianguis de Madero, antes un consolidado punto de venta y consumo es ahora apenas un puñado de comerciantes que acuden por alguna fruta y legumbre, o comer algún taco para el desayuno. Hay más palomas buscando migajas que puestos. Sin embargo, se mantiene como punto de reunión de los vecinos del barrio.

 

El tianguis dominical de La Cruz es otro que se resiste a la transformación, y ahora a su desaparición. Ir al tianguis ya es casi un pretexto para que las familias, las parejas o los solitarios individuos salgan a comprar algo. Surgido como un punto de venta de mercancía “gabacha” o “pirata”, donde se conseguía lo clonado, lo novedoso, la fritanga callejera también ha sufrido algunos cambios, debido a esa oxxizacion, pero también a un enemigo inmaterial, invisible pero palpable: el comercio en línea.

 

El proyecto de construir un estacionamiento en el área que está destinado como tal a cielo abierto, y que alberga el tianguis dominical ha causado cierto revuelo tanto a los propios tianguistas como a los mismos comerciantes establecidos. No hay certeza del proyecto arquitectónico, y no saben si esto provocará que desaparezca el tianguis o se venga a menos y ya no tenga el mismo dinamismo comercial. Los locatarios establecidos piensan que será mucho tiempo el que lleve la construcción de dicho inmueble, y si desaparece el tianguis menguaran sus ventas. Pero más allá del aspecto comercial, el tema cultural que conlleva la tradición del convivio familiar, de la atracción de los integrantes de los barrios contiguos indica como un tianguis sirve como elemento articulador de grupos sociales. Y esta dinámica al desaparecer, o debilitarla, también lo hace con esa estructura barrial que le da identidad y sentido a la ciudad.

 

Habrá que sopesar si la modernización de la ciudad, sin que sea una demanda surgida de los actores sociales, sea el camino adecuado para mantener una dinámica económica y cultural propia de esta entidad, o si es una corriente de proyectos políticos con fines electorales que en su afán por mostrar que hay interés por sus gobernantes socaven la cohesión social que mantiene un equilibrio de sus relaciones culturales, sociales y económicas. Aunque en este sentido, no debemos descartar la avasallante presencia de los oxxos y las plazas.

 

Hace tiempo se hablaba de que la cultura mundial sería una sola, muchos nos resistíamos a creer que pudiera suceder tal cosa, pero vemos qué, de manera involuntaria con el espejismo de la modernización, los gobernantes contribuyen a llevar a cabo este fenómeno de homogeneización.

 

 

 

 

 

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