Neon

Por: Manuel Basaldúa Hernández

La historia nos ha mostrado la adaptación del hombre a su entorno. Los grupos sociales se han adaptado a los diferentes ambientes, microclimas o territorios para sobrevivir. Estas formas de adaptación han sido complejas de acuerdo al grado de urbanización y explotación de los recursos naturales, así como a los escenarios sociales que se han impuesto.

La población mundial tiende a concentrarse cada vez más en los centros urbanos. Estas conglomeraciones permiten a las personas tener a la mano muchos beneficios, en tanto que a los gobiernos respectivos les permite ofrecer de manera más efectiva los servicios básicos de atención como la educación, la salud, trabajo y el esparcimiento, entre otros. Pero acarrea consecuencias no esperadas a su vez.

Por otro lado, la población tiene bien focalizados sus retos para el futuro, resultado de esta forma de concentrarse; tales como el calentamiento global, el desarrollo sustentable, la utilización de recursos renovables. Estos retos son palpables a simple vista, y hasta son muy rentables para el discurso político o para las grandes corporaciones multinacionales.

Pero hay otros riesgos que escapan a los titulares de escandalo y a las agendas de los encargados de la salud pública de sus ciudadanos. Me voy a referir en esta ocasión a uno de estos riesgos latentes a los que esta expuesta la población y que presenta un reto importante; la contaminación acústica y los riesgos para la salud de los humanos.  Pasemos al contexto: Los primeros días del mes de marzo de cada año está señalado como el día mundial de la audición. La Organización Mundial de la Salud ha emitido un informe que nos debe llamar la atención muy seriamente. Este organismo señala que para el año de 2050 una de cada cuatro personas tendrá problemas auditivos.

La OMS advierte que en el futuro de mediano plazo habrá 700 millones de personas afectados en el mundo en el campo de la atención otológica. Se podrá disminuir sus efectos si tomamos medidas al respecto desde ya. El informe emitido desde Ginebra señala además que “Aproximadamente el 78% de los países de ingresos bajos cuentan con menos de un otorrinolaringólogo por cada millón de habitantes; el 93% tiene menos de un audiólogo por cada millón de personas; solo el 17% tiene uno o más logopedas por cada millón, y solo el 50% dispone de, al menos, un maestro para sordos por cada millón de habitantes.”, el informe, continua con sus conclusiones, refiere que la perdida de audición en los niños son causados por falta de vacunación contra la rubéola y la meningitis. Pero también las afecciones medias son debido a la ignorancia y al poco tratamiento del sector salud o de la poca atención que le presta la población a este aspecto.

La vida urbana nos expone cotidianamente a una alta contaminación auditiva, y para esto no hay activistas que nos salven de ella. ¿Se ha puesto a pensar sobre este tipo de contaminación? Aquí van algunas observaciones para que las tenga en cuenta: Los decibeles son la unidad de medición auditiva. Hasta un nivel de 60 dB (decibeles) es cómodo para nuestra audición, y consideramos aquí el ruido que hace el refrigerador, el hablado normal de la gente a distancia, la oficina, la máquina de coser, el aire acondicionado o la lluvia silenciosa. Se considera muy ruidoso hasta los 90 dB la licuadora, el tráfico, el ruido de un restaurante, de una moto, un parque industrial, una aspiradora o una podadora. Un nivel doloroso es el que fluctúa entre los 110 y los 140 dB el ruido de una motosierra, la ambulancia, los bomberos, un bebé llorando o un avión pasando.

Otros campos de contaminación son el tráfico, el perifoneo (los tamales oaxaqueños, el camión del gas, el que compra colchones, el agua purificada, etc.), y agréguele que en México las mascotas también contribuyen al caso.Aproximadamente 40 millones de hogares en nuestro país cuentan con al menos un perro, y hay vecinos que tienen más de uno. La CDMX a pesar de la concentración de millones de personas, no tienen tantos canes en su domicilio, pero en el encabezado de una lista sobre este rubro se encuentran:Guanajuato, Coahuila, Yucatán, Tlaxcala, Estado de México, Hidalgo, Puebla y Querétaro, así en ese orden. Estos estados superan la media nacional. Ponga atención y percibirá el ladrerío que hay en el ambiente, afectando sus horas de descanso y audición.

Derivado de la pandemia, por ejemplo, muchos estudiantes han tenido que usar audífonos o aparatos electrónicos para su educación a distancia, lo cual además de la vista, el campo auditivo es altamente demandado entre ellos, pero nadie los ha instruido a su buen uso ni los ha capacitado, afectando su área auditiva paulatinamente.

Los niños deben de escuchar sus aparatos debajo del 50% de la capacidad de audición, pero debido al ruido exterior o su falta de capacitación lo usan regularmente arriba del 60%. Los adultos no están lejanos a este promedio en el uso de sus teléfonos o gadgets.

¿Qué significa esto? Que carecemos de una amplia información sobre el tema de la audición y lo que podríamos llamar coloquialmente cultura de la audición. Ya ni hablar de quienes padecen de enfermedades crónicas como hipertensión u otras que mantienen a los sujetos con un constante zumbido en los oídos. La falta de información y el poco cuidado nos pone en la misma situación de países con poca infraestructura médica de este campo.

Habrá que poner atención también en la formación de profesionales en la lengua de signos, la sustitución sensorial, la lectura labiofacial, el subtitulado, y ampliar el acceso la comunicación y educación para personas con perdida auditiva como señala la OMS. Los ecologistas y los urbanistas, así como los profesionales de las ciencias sociales deberán de poner más atención a estos signos de la nueva urbanización. Pero también corresponde a la ciudadanía reflexionar al respecto y exigir más atención sobre este problema. Espero que cuando vea la televisión con los subtítulos o aparezca el recuadro con el interprete de señas le recuerde este pendiente.

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