Manuel Basaldúa Hernández
Este junio del 2021 tendremos supuestamente las elecciones más grandes de la historia nacional. Pero también tenemos enfrente un escenario crítico en los temas laborales, de seguridad, de desigualdad, económicos y de salud.
Desde el año de 1988 en que se experimentó una crisis de racionalidad en el sistema de partidos, pasó a darse una especie de crisis de legitimidad. Tanto la sociedad civil y el propio estado, han pasado por una incipiente modernidad promoviendo algunas reformas políticas, que hasta el momento no ha sido eficaz para concretar la democracia.
Las crisis en distintas esferas no han permitido concretar esa supuesta modernidad en el mundo político electoral. Con diferentes actores frente al poder, la alternancia no ha ayudado lo suficiente para concretar el proceso democrático mexicano. Pero las crisis siguen siendo recurrentes, y no tocamos fondo para poder emerger y tener de una vez por todas el crecimiento y madurez que necesitamos.
Ahora nos enfrentamos a una crisis de programas y propuestas de gobierno de los candidatos y de los gobernantes en turno. Los eventos de las campañas para las elecciones intermedias “mas grandes de la historia” en este año 2021 quedarán registradas como las mas bizarras, alejadas a la calidad y seriedad que se requiere para hacer frente a los retos peliagudos que tenemos.
La población requiere de certeza en las decisiones de los gobernantes, y confianza en quienes aspiran a dirigir los destinos de su gente.
A mayores retos, deberíamos tener a los mejores hombres y mujeres para hacerles frente. Pero no ha sido así. El comportamiento de los candidatos y de la ciudadanía no ha sido la mas deseable para ponerle seriedad a la circunstancia.
Dejamos de recibir promesas de prosperidad para la comunidad y desarrollo social para encontrarnos ofertas que promueven el individualismo, la dependencia de instancias de gobierno, repitiendo un viejo modelo paternalista del estado y propuestas que evaden los problemas torales que desdibujan el desarrollo, así como retrasan alcanzar metas que armonicen con la globalización y el medio ambiente general.
Las conductas, propuestas y actos de campaña de los candidatos y candidatas son de vergonzantes y pusilánimes. A tal grado han sido las propuestas tan disparatadas en muchos casos que un partido local ha planteado un “estupidometro”, idea que se inscribe en su propio planteamiento.
A falta de argumentos los candidatos ofrecen bailes estilo reggeton, mariachi y hasta perreo, entre otros audaces estilos. Agreguemos a esto canciones, coros o jingles redundantes en elogios a la personalidad del sujeto en cuestión.
Largas son las listas de imágenes a un lado de mascotas -los perros son lo mas socorrido-, pero las fotografías consumiendo comida callejera o los antojitos también son de lo mas recurrente -los comerciantes de los mercados municipales o los vendedores ambulantes son las principales victimas cautivas-.
Los lemas de campaña son de los más insulsas y vagas que se han visto en los últimos tiempos. Pero por si eso no fuera suficiente, la descortesía, la grosería y la vulgaridad también son los elementos de campaña, y lo peor es que han ido subiendo de tono degradando el ejercicio electoral.
José Luis Romero candidato de Redes Sociales Progresistas a la gubernatura de San Luis Potosí ante los cuestionamientos de la prensa sobre gastos que realizó en su campaña mencionó que “el no responde mamadas”. Ante la insistencia de los reporteros y que explicara porque era una “mamada”, agrego, “papí, papí, ahí pregúntale al INE”.
Quizá la más aberrante es la del candidato a diputado local Alfredo Adame quien en franca desvergüenza insulta -le mienta la madre- a un ciudadano que lo confronta, y con esta acción lejos de pedir una disculpa pública, se convierte en el “grito” de campaña del candidato, conducta que multiplica y repite cuando otros ciudadanos le piden que los insulte con su grito de mentada de madre.
Lejos de profesionalizarse la legión de candidatos a puestos de elección popular, y por consecuencia los nuevos gobernantes, vemos como arriban personajes improvisados y con poca imaginación.
A lo lejos en el futuro, cuando se revisen los datos históricos de este periodo, se recordarán estos eventos como los más vergonzantes debido a la carencia de calidad en el pensamiento político, y en la falta de sensatez humana.
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