Por: Manuel Basaldúa Hernández
La fiesta popular tiene muchas facetas. Pero raíces profundas en sus ritos, devociones, formas de conducirse, de festejar y de manifestarse. Querétaro es todavía una entidad religiosa, creyente, devota y mística. Así ha crecido y se ha alimentado el imaginario de su identidad de fe.
Aquí tienen cabida todos los santos, vírgenes y beatos que benefician a la comunidad. Y entonces hay que agradecerles mediante sus manifestaciones públicas, ya sea en peregrinaciones, fiestas parroquiales, kermeses, los rosarios, funerales, misas de gallo, recorridos de visitas, y todo jolgorio que sea posible para venerarlos.
La parafernalia que la compone es: danzantes, cofradías, mayordomos, rezanderas, cooperaciones, los propios sacerdotes, los creyentes, las capellanías, y desde luego que debemos incluir como sustancia a los santos y vírgenes, y los cuetes, la pirotecnia que significa el inicio y la culminación de esas jornadas de festejos y devociones.
Quienes no dimensionen ni comprendan todo este entramado cultural es que no conoce la tierra a donde se vino a vivir. Atrás de las grandes vías de comunicación, los edificios tapiados con cristales, los extensos almacenes y tiendas de conveniencia, esta la cara de la comunidad religiosa.
Los cuetes y la pirotecnia que es parte del festejo y de la celebración mística se encuentra en riesgo debido a la sensibilidad de algunos nuevos sectores de la población asentada en Querétaro que ve esto como una salvajada. Y como una falta de respeto o sensibilidad al resto de la ciudadanía, que considera una acción bárbara el uso de los cuetes, ya sea porque causan mucho ruido o en el mayor de los casos, hacen sufrir a sus perritos.
Los legisladores se han prestado a tratar de ser complacientes con esos sectores quejosos que no alcanzan a comprender la importancia del ámbito cultural que compone la demarcación. Y lejos de avocarse a temas más acuciantes y que resuelvan de fondo temas y problemas sustanciales de la ciudadanía, se distraen tratando de proponer prohibiciones de esta naturaleza. Estos legisladores que presumen de gastar y contar con un gran número de consejeros no se han allegado a quienes les oriente sobre cuestiones culturales y religiosas, y sin mediar consulta o diálogos con las partes, anuncian sus intenciones de censura. El argumento central es pueril: prohibir los “cuetes” y la pirotecnia para evitar la contaminación ambiental.
No se trata de que todos seamos fervientes religiosos, ni creyentes a pie juntillas. Es de respetar los usos y costumbres que le han dado configuración cultural a esta zona del bajío y a Querétaro en particular.
Es cierto que el cambio cultural se esta gestando en Querétaro, y que la migración y creación de nuevas cepas de queretanos esta dándole una nueva configuración a nuestro territorio. Pero de eso se encargará precisamente ese cambio de manera gradual y con nuevas formas de manifestación. Hay que aprender a convivir con lo que aquí se gesta y se desarrolla. La prudencia y la empatía deben salir a relucir. De otro modo, esta nueva sociedad queretana se impondrá como intolerante e irracional con las expresiones populares de arraigo, y llevaran a la rápida desaparición de su identidad.
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