Neon

Manuel Basaldúa Hernández

 

Es triste la estampa que se observa en Querétaro, particularmente en la ciudad capital, y especialmente en el centro histórico lo que ocurre en el tema étnico con las nhanhus.

 

Agregaría que es casi dramático el escenario. Las mujeres indígenas despojadas de su esencia y su trabajo. De su orgullo y de su imagen. No vayan a creer que exagero. Tan solo basta mirar las tiendas de “artesanías” en las principales calles de este citado centro histórico para ver plagados de llaveros, bolsas de mano con la efigie de Frida, sombreros, juguetes de plástico, playeras y otras mercancías sin valor cultural más que el nombre de Querétaro. Y amontonadas, en el piso o en los estantes elaboradas en serie, las muñecas de diseño otomí.

 

La imagen de la muñeca en los semáforos peatonales. Motivo de noticia nacional y curiosidad de vialidad en algunos puntos estratégicos donde el turismo transita.

 

La muñeca en aparadores con luces de halógeno en tiendas de turismo de alta gama, e incluso en las tiendas gubernamentales de fomento al turismo.

 

La gran “Lele” que dio una gira internacional enfocada a Europa y que se hizo de la simpatía de muchos que ubicaron México y Querétaro como el origen de la muñeca.

 

Y ahora, elevado el imaginario del indigenismo queretano, en un cartel mostrando a una mujer mestiza de finos rasgos, blanca, una modelo de agencia, con fotografía de estudio e indumentaria folclórica simulando ser la representante de la mujer indígena de Amealco.

 

Las mujeres indígenas, relegadas a vendedoras ambulantes, son objeto de botín político de “lideres sociales” y autoridades locales o agrupaciones filantrópicas, o estivales defensoras.

 

Foco y objetivo de inspectores municipales del comercio ambulante e informal.

 

Relegadas al uso momentáneo del suelo, a la periferia del centro, a los rincones, a las banquetas, y al ninguneo de turistas, a los lugares sucios y obscuros, menospreciadas por los comerciantes “establecidos” mestizos y ladinos que las ven como competencia desleal, pero que se nutren de su imagen y sus creaciones.

 

Bastantes personajes sacan tajada de ellas. Carne de cañón político para muchos.

 

¿Porque ocurre la segregación social y extracción de la riqueza cultural de las etnias y grupos indígenas en Querétaro?

 

La sociedad en general y los gobiernos locales en particular parece no importarles lo suficiente el tema y el asunto. Si acaso hacen referencia a estos grupos de personas, lo hacen de manera asistencialista, y coyuntural, y desde luego electorero. Nunca se ha tomado en serio ni a nivel estatal ni federal el asunto indígena. No entran en los planes estructurales de los gobiernos en turno. Se vende mejor la foto seguir regalando despensas, becas, cobijas, baratijas, pero no establecer una política pública que levante empresas, mecanismos de economía sostenible y educación financiera que les permita su autogestión, desarrollo económico e independencia.

 

Martha Romer (2014) hace un señalamiento que es recurrente en todos los espacios donde se encuentra la presencia de grupos étnicos, dice “resulta sorprendente que por un lado el gobierno de la capital capacite a las mujeres para que puedan tener mayores ingresos mediante la venta de las artesanías y por otros les prohíba hacerlo, más aún, les confisca su producto en el que habían invertido sus escasos recursos.”

 

La literatura sobre los grupos étnicos es basta y profusa. Sin embargo, nadie toma nota de los estudios, propuestas y acciones que deben seguirse para la integración correcta de estos grupos. Un importante libro sobre “Los Indios en la ciudad” que publico Diego Prieto y Alejandro Vázquez en 2013, entre muchos otros como las tesis de la Licenciatura en Antropología de la UAQ, son letra muerta para los tomadores de decisiones. Tampoco los estudios de Arizpe sobre “las marías”.

 

Querétaro se ha convertido en un atrayente centro migratorio no solo de sus propios grupos étnicos nhanhus, sino también de mazahuas, nahuas, coras, mazatecos entre muchos otros que componen un rico mosaico cultural a nivel nacional, y que tienen un rasgo común: el abandono de las políticas publicas adecuadas que los inserten a la vida digna y productiva de la entidad.

 

Lamentable es la indiferencia por esas mujeres y hombres de las etnias postradas en el suelo con una desventaja para su sobrevivencia, con la competencia de su propia creación de las muñecas y figuras artesanales, o con su indumentaria típica y el rostro maquillado de payasito haciendo malabares en las esquinas y cruceros en calidad de limosneros.Mientras se erige con orgullo la efigie de cantera de Conín que da la bienvenida a la ciudad, o el metal de la figura majestuosa del danzante conchero en la calle 5 de mayo mostrando el origen indígena.

 

 

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