Por: Manuel Basaldúa Hernández
El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador ha expresado una de las más lamentables anécdotas de un gobierno federal, respecto uno de los temas torales de la sociedad contemporánea: Después de varios días de la manifestación y exigencia a través de las redes sociales de las mujeres de “romper el pacto patriarcal”, en la intimidad de su casa le preguntó a su esposa que era ese pacto patriarcal. A la respuesta de su cónyuge el expresó en su conferencia cotidiana varios puntos que hay que destacar: primero no escuchó lo que respondieron a su pregunta; segundo, no reunió a las nueve secretarias de Estado de su gabinete para hablar del tema y tener una opinión de ellas, tampoco lo hizo con sus secretarios hombres para poder tener una postura al respecto; y tercero, dijo y cree con esto que el movimiento feminista es “una idea importada (sic)”.
Hay varios aspectos preocupantes después de esto. La carencia de la construcción de consensos para tener una postura de Gobierno sobre las demandas de sus ciudadanos. Es decir, la decisión la tiene una sola persona y no dimensiona los fenómenos sociales a los que se enfrenta. Responde a las demandas desde su perspectiva y con una fuerte carga idiosincrática, dejando de lado una respuesta de estado, y no orienta hacia la transformación de la institución de ese estado, para llevar a cabo las modificaciones necesarias de las condiciones actuales.
El representante del Gobierno Federal no entiende la dimensión de la demanda, pero tampoco los demás. No son más leyes, ni reglamentos, ni que solamente se haga justicia, en forma aislada estos mecanismos, se trata de caminar a la transformación de las instituciones sociales.
Las mujeres no tienen una, sino muchas demandas de las cuales no ha habido respuestas claras ni cambios fundamentales por no tener esa finalidad de transformar las instituciones sociales. Por lo que, los cambios que se han establecido encierran dudas y mucha fragilidad en ello que no satisface plenamente al mundo femenino (y su impacto en el masculino). Es decir, no es una tarea exclusiva de ellas el llevar a cabo tales modificaciones en las esferas que señalan, sino de la sociedad en su conjunto. ¿Por qué no se han alcanzado esos propósitos?
Barbara Voorhies expresaba desde los años de 1970 del Siglo XX que reconocer el punto de partida de “las diferencias, tanto en actividad sexual como en comportamiento social, existentes entre hombres y mujeres, son hechos importantes en la vida cotidiana de los humanos de todas las sociedades” (1975), y agregaba que las diferencias eran consecuencia de las variaciones biológicas fundamentales entre los sexos. Para ella no era tanto lo biológico como lo cultural lo que tiene un papel determinante en los matices de los comportamientos que crean esa dicotomía entre los sexos.
Los cambios que ha experimentado la sociedad en su conjunto no han sido parejos en todas sus esferas. Y cuando los modelos de desarrollo, las ideas de la igualdad y la justicia son revisados nos encontramos con varias asimetrías entre sus integrantes, que trastocan los sistemas estructurales, pero que quedan escondidos por eventos emergentes, y más ahora con la inmediatez de la vida y la apología de la noticia y el espectáculo.
La vida rural ha ido desapareciendo de nuestros esquemas y se ha dado lugar no solo a la vida urbana, sino a una vida abigarrada por la metropolización que parece devorar roles que antes eran funcionales entre la población. El no haber atendido los ajustes de transformación con la debida sensatez ha dado como resultado esta peliaguda situación sobre el tema de la desigualdad, en la que se encuentran también la visión de los nuevos roles que debe enfrentar el hombre y la mujer. Pero esto se ha manifestado en una expresión no solo feminista, sino de las mujeres, en la forma en que debe de modificarse el ejercicio del poder. Dice Ileana Schmidt que el concepto de poder esta promovido por los materiales educativos, sobre todo en nuestro país, y “está asociado a la concepción que socialmente se tiene de las mujeres como integrantes de la sociedad sin capacidad de autodeterminación, mando y decisión.” Y agrega que “la relación existente entre el estado mexicano y los diferentes grupos sociales, establecida en estos materiales educativos, está dirigida por esta concepción tendiente a promover funciones de género socialmente establecidos, los cuales son transmitidos como valores propios de la cultura mexicana” (2003).
Si esto no se comprende por parte de todos, no solamente estará mal el presidente, sino grandes sectores de la población que debe enfocarse a pensar como se modifican las instituciones, y las cosas seguirán con la crispación galopante sin resolver absolutamente nada.
La carta que recientemente envía la nueva Secretaria de Educación Delfina Gómez Álvarez, en la que pide a sus subalternos revisar la nómina para hacer ajustes de personal, acudiendo a la idea de una austeridad republicana que se ha empeñado en aplicar el presidente en todas las áreas, muestra como sigue aplicándose el patrón de poder sin cortapisas. La Secretaria Gómez Álvarez hace lo que el presidente le pide, no lo que la sociedad requiere, ni menciona que esta petición es resultado de una evaluación en el área de su responsabilidad, y cómo debe de conducir la educación de los niños sus familias. Solamente es la sumisión a rajatabla. De poco sirven las manifestaciones en la calle, sino hay verdaderas transformaciones en la mente y la cultura en otros niveles. El pacto patriarcal será difícil de romper si solo dejan esa responsabilidad a los hombres. Nuestra cultura e instituciones esta llena de atavismos.
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