Neon

Manuel Basaldúa Hernández

 

Decíamos que el coronavirus llegó para quedarse. Pero durante la pandemia la dijimos como una frase de cliché, con la esperanza que fuera lo contrario. Cómo si con esa frase nos exorcizaríamos de ello.  Pero no, no ocurrió así, producto de nuestra displicente forma mexicana de ser en la responsabilidad social. Y con la salud no es la excepción. Somos malos pacientes, y quizá eso ha contribuido a un relajamiento de los sistemas de atención médica.

 

“Sueño con serpientes” de Silvio Rodríguez dice en una estrofa que cuando lograban matar a una serpiente volvía y se convertía en una mayor. El covid parece una especie de serpiente, se ataca y se vacuna la gente, pero aparece una variante que requiere otro máximo esfuerzo para exterminarlo, mientras se convierte en algo más peligroso.

 

El Gobierno Federal de México no manejó adecuadamente el sistema de salud para enfrentar la epidemia, sino que persiste su desatino al respecto. Menosprecio el cubrebocas, vacunó tarde a su población y le apostó a la inmunización de rebaño. Al menguar el peligro se desinteresó por el asunto, enviando el mensaje a la población de que el riesgo ha desaparecido. Cosa más lejana a la realidad. Porque los rebrotes siguen vigentes, ocasionando la tercera, la quinta, la sexta ola del contagio.

 

Ante esa ola solamente nos queda una cosa por hacer, refugiarnos cuidadosamente en nuestro pequeño espacio familiar, personal y privado para romper la cadena de contagios. La prudencia evitará que la ola de la pandemia continue.

 

La salud humana se ha convertido en el máximo valor que poseemos. Y lo tenemos a la mano, a pesar de lo que hemos argumentado sobre el manejo gubernamental de la salud pública. La antropología de la salud ha orientado a los grupos sociales hacia formas de participación social y manejo grupal, y ante esta incertidumbre del covid, es necesario que dirijamos la mirada hacia estas nuevas formas de convivencia humana, de relaciones sociales, de preparación y educación. La ciudad servirá como recipiente

 

Las grandes reuniones sociales tendrán que esperar a realizarse hasta que haya menguado de forma natural o social esta pandemia que ha aparecido en nuestro horizonte. O bien, a convivir de una nueva manera como el signo del Siglo XXI.

 

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