Por Manuel Basaldúa Hernández
La sociedad aspira a una convivencia cordial, que este dirigida por un líder sensato y prudente, que la cooperación sea útil para todos aquellos que intervienen en elaborar bienes y servicios, y que existan leyes que regulen los actos de cada integrante. Digamos que esta ha sido un ideal desde los grupos primigenios. Pero la aspiración dista mucho de ser cierta, o de concretarse en la práctica diaria de los grupos sociales.
En nuestros tiempos contemporáneos, la acción social se ha convertido en un espectáculo, en un estridentismo, y en voces que buscan ser escuchadas sin que esto se logre. Durante mucho tiempo se combatió el corporativismo que un partido oficial impuso como estilo de vida. Pero acorde a los vientos de la globalización y del libre mercado, el ciudadano se convirtió en un cliente del gobierno transformado en empresa.
En Querétaro se eligió a un gobernante que emergió de la clase empresarial, y con esa visión ha querido imprimir su sello, de tal forma que impuso como premisa de su sexenio un decálogo, al estilo de la Misión, Visión y Valores. Y al mero estilo gerencial, refirió que él se encargará de que se cumpla.
Pues bien, el Decálogo ha venido a menos, dado que no se ha cumplido de acuerdo a los acontecimientos que se han desarrollado en el breve tiempo que va de la presente administración. 1. Servir a Querétaro. 2. A quien no sea honrado se le aplicará “todo el peso de la Ley”. 3. Atención inmediata. Si el gobernador recibe una queja es porque no fue atendido a tiempo. 4. Empatía. 5. Enfocarse en la solución y luego en el problema. 7. Éxito. 9. Respetar la Ley.
Hasta ahora, varios de los empleados de Gobierno no han seguido tal decálogo empresarial-gubernamental. Los feos acontecimientos en el Estadio Corregidora descubrieron varios de los puntos que no fueron cumplidos por los responsables de su área. Lo mismo las denuncias en las fiscalías, que arguyeron ridículas justificaciones para no atender a los ciudadanos que requerían intervención del estado. Y más cuando Kuri expresó que “«Estamos para servir a los ciudadanos, no me importa la hora o el día, su obligación es escuchar, orientar y tratar de resolver el asunto». El insufrible servicio de transporte público. Y la desequilibrada aplicación de los reglamentos de seguridad y autoridad para aplicar correctamente la ley, que provoca un efecto dominó: si la Autoridad no es justa ni correcta y asertiva, los ciudadanos alevosos harán de las suyas, desequilibrando la armonía de la comunidad. Sin contar que ya se asoman otras fallas, como el que el propio mandatario no supiera de algunas quejas en uno de sus programas emblemáticos de las placas. Es decir, la comunicación en su gobierno no es la correcta, se la esconden o él no tiene el control adecuado.
Si hubiera una revisión de la empresa-gobierno, el ISO 9001 no seria acreditado y sería cancelado. Pero todavia esta a tiempo, si se acude al punto 10 del dichoso Decálogo que reza asi: “Expresar las equivocaciones, diciéndole a él si se equivoca, bajo la convicción de que es malo equivocarse, pero peor no corregir.”
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