Neon

Por: Manuel Basaldúa Hernández

 

“Una cuerda cortada a la medida no alcanza” señala con certeza la Ley de Murhpy. La cuarentena impuesta para mitigar el contagio del virus más letal que ha aparecido hasta el momento en el siglo XXI no ha sido suficiente.

 

Se ha cumplido un año de que en nuestro país arribara la pandemia. Y se abre otro año sin que se avizore una salida de este problema mundial. La cuarentena ya no como estrategia cautelar, sino como una forma temerosa se sigue manteniendo a lo largo del país con una medida ambigua tal como lo es el “semáforo epidemiológico”.

 

El número de muertes ocasionado por la infección del coronavirus supera a la cantidad de cualquier flagelo anterior o periférico mundial. Ha ido arrancando de a poco en poco a los seres queridos sin que hasta el momento tengamos la certeza de una defensa contundente. El contagio pone al enfermo en una especie de ruleta rusa y en vilo a la familia. Nunca se sabe que resultados y consecuencias habrá para los contagiados. Y amaga a quienes están concientes del peligro, en tanto que arrasa a los ignorantes o a los falsos valientes que salen a la calle a confrontarlo.

 

El coronavirus no solo amaga, sino que corroe todas las esferas de la vida social; la economía la ha congelado, igual que lo social, lo cultural, la salud física y mental, y ha descafeinado a las religiones. En suma, a nivel mundial nos ha puesto en una gran pausa.

 

Ponernos en esa pausa, permite evaluar lo que hemos logrado a nivel personal, como grupo y en sociedad. Darnos cuenta de esta dicotomia moderna: vivir el presente intensamente o dejar de ver todo lo que hemos logrado en la historia. Lo esencial es lo que tenemos en las manos a nuestro alcance, la vida misma. Los planes a futuro pueden esperar.

 

Con un titulo similar a esta frase, se ha editado un libro que tiene como apellido “gramática de una pandemia”  de la editorial Malpaso fechado en el 2020, bajo la coordinación de José Ramón Calvo. Es un texto que integra la visión y capítulos de varios especialistas en diversas áreas. Desde la visión médica, de investigadores en laboratorios hasta científicos de las ciencias sociales, nos permite una mirada al coronavirus de forma multidisciplinaria.

 

Las costumbres y hábitos de la salud en los pueblos, las ciudades y las grandes urbes requieren de una mirada de contraste, de comparación y de revisión, para determinar como es que convivimos con la enfermedad. El coronavirus nos pone bajo la advertencia de la revisión mundial, pero también dentro de nuestras fronteras nacionales y regionales. El comportamiento que hemos tenido frente a la pandemia es contrastante y totalmente diferente en los grupos sociales y culturales de nuestro país. Los reportes de sociólogos y antropólogos señalan diversas percepciones del peligro y el riesgo en la frontera norte, con altos indices de demanda de empleo y tránsito hacia Estados Unidos, en tanto que en la frontera norte con similitudes en la precariedad de la atención médica y alta presión de migrantes de paso por nuestro país, dificultan el manejo, control y datos sobre el estado que guarda la pandemia.

 

Para las regiones modernas y de grandes capitales es probable que si se experimente una gran pausa, pero para los países pobres y subdesarrollados no puede haber una postura igual, sino de una fuerte presión por la necesidad de que los grupos sociales consigan algo de recursos para sobrevivir el día a día.

 

Si agregamos que en los países subdesarrollados no hay la suficiente infraestructura para hacer frente a fenómenos masivos de morbilidad y mortandad, y falta de recursos de logística y económicos, adicionado a profundas creencias que ponen en entredicho la eficacia de los avances científicos en materia de salud, la cosa se pone más peliaguda. Por si no fuera suficiente, en estas regiones, sobre todo donde hay gobiernos de perfil populista, el tratamiento del manejo de la pandemia ha sido contaminado con la visión política.

 

Más que experimentar una gran pausa en México, que significaría una reflexión sobre nuestra condición actual, y haber aprendido del paso de otras pandemias, y revisar que estrategias le dejamos a las generaciones futuras, parece ser que nos sumimos en un gran letargo, poniéndonos a merced del virus. Estamos a tiempo de redirigir el derrotero de nuestras acciones.

 

 

 

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