Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
Tenía la edad de 17 años cuando vi por primera vez el documental “Etnocidio”. Fue en un cine-club, solamente ahí se podían ver esas películas, era del director Paul Leduc, y se estrenó el año de 1977. Lo que vi en esa cinta se me quedo grabado por los efectos nocivos que aparecían como denuncia por parte de Leduc; eran las grandes bolas de jabón que salían de un río de aguas negras, y el jabón rodaba por la tierra, así como esas bolas de ramas en las películas del viejo oeste, nada más que aquellas eran plantas, y están eran de jabón.
En el documental explicaban como esas bolas contaminaban el suelo del Valle del Mezquital en el Estado de Hidalgo, y dejaban a su paso un terreno sin plantas, seco, hasta ver incluso la cuarteadura de la tierra. Años más tarde, ya de adulto, tuve que recorrer esa zona del Mezquital, y me toco presenciar esas bolas de jabón rodante por las tierras abajo del Valle del Mezquital. Realizaba mi trabajo de campo para formarme como antropólogo, y elaborar mi tesis sobre la Presa Zimapán, en Cadereyta, Querétaro. El embalse de esta presa se nutriría de la vertiente de dos ríos; el Río San Juan provenientes del municipio de San Juan del Río en nuestro Estado, y del río Moctezuma.
El primero arrastra aguas de esta ciudad y su zona industrial, en tanto que el segundo, arrastra las aguas negras de la ciudad de México. Todo con el fin de aprovechar el embalse y generar energía eléctrica con la caída del agua, que se dirige al Golfo de México. Así, el embalse de la presa contiene el agua de aguas negras y grises que pasan por una abertura llamada “El infiernillo”. Con una característica peculiar, se sembraron peces tilapia, que sirve para pesca deportiva y pesca para la venta en la región.
La primera vez que conocí un río, me desilusioné un poco, porque yo desde siempre había tenido la idea de que el río Querétaro era eso; un rio. El río columbia que pasa a un lado de la ciudad de Portland, tiene una longitud de dos mil kilómetros aproximadamente, y un ancho muy considerable. Por el fluyen millones de metros cúbicos de agua limpia y pura, y con él se construyó una presa, porque tiene también un importante potencial eléctrico. Quedé sorprendido con el respeto que se mantuvo al rio y al medio ambiente, ya que por ahí el salmón nada rio arriba para desovar después de una larga travesía por el mar.
En un lado de la cortina y del cuarto de máquinas, se respetó el paso del salmón, e incluso se instaló una ventana para que la gente pudiera apreciar el esfuerzo y hazaña de esos peces. La presencia y conservación del salmón permite mantener el ecosistema y la alimentación para los osos, el águila calva y otros depredadores nativos. El río Columbia, también conocido en una parte como el río Oregón transporta millones de metros cúbicos sin que tenga nada de contaminación.
Dado que la especialidad de la maestría fue en Antropología del agua, tuve que conocer varios ríos en el país y en el continente, gracias a la dirección de Dr. Roberto Melville, alias “el canche” (güero, en guatemalteco) para contextualizar mi tesis sobre la presa Zimapán.
Y mis datos y observaciones en la parte mexicana resultaron algo desagradables. En México, principalmente, la población usa los cauces de los arroyos, los canales, y los adefesios de lo que antes eran ríos y ahora solamente son vertederos de avenidas estivales en tiempos de lluvias, para tirar basura, desechos de aguas negras, aguas contaminadas con soluciones industriales y otras inmundicias. Se ha normalizado, por ejemplo, en el Puerto de Acapulco que en la Bahía se viertan las aguas negras provenientes del centro de la ciudad y de colonias cuesta arriba, bajo la contemplación de turistas, pobladores y autoridades locales. En la ciudad de Mazatlán ocurría lo mismo, aunque ahí si se tomaron cartas en el asunto y dejaron de verter aguas residuales. Pero la práctica de tirar basura en cauces de los arroyos se permite y se realiza así.
Claudia Cirelli escribió un libro titulado “Agua desechada, agua aprovechada”, como resultado de una amplia investigación en San Luis Potosí y el Alto Lerma sobre el uso de aguas residuales. En su trabajo e hipótesis plantea Cirelli que “la instalación sobre un territorio de un aparato hidráulico no es una operación solamente técnica, ni una intervención inocua; según los resultados, se trataba de un proceso complejo que moviliza los actores culturalmente, en términos de representaciones, saberes técnicos, valores; y políticamente, en términos de acciones colectivas de resistencia y oposición al plan, y capacidad de negociación local y extralocal”. Gestiones que están muy alejadas en Querétaro, porque las autoridades y algunos actores ambientales o no les interesa resolver a fondo el problema del uso de aguas negras y residuales, o solamente les conviene el reflector político.
En Querétaro, el supuesto río Querétaro es en realidad, un canal que arrastra aguas negras, vertidas por vecinos del municipio de El Marques y del centro histórico de Querétaro. Las aguas estancadas generan olores nauseabundos, mosquitos, plagas y fauna nociva a su alrededor. Pero lo mismo sucede en los canales del norte de la ciudad como los que atraviesan en Satélite, Menchaca, Casa Blanca entre otros. Los mexicanos, y los queretanos en particular ven con normalidad que la gente vaya a tirar basura a los cauces de las redes fluviales, depositando llantas, muebles, fierros, maderas, tierra, escombro y cuanto desperdicio generen. Tanto pobladores como autoridades ven con complacencia y desdén la existencia de tales redes fluviales.
Recientemente, en redes sociales se difundió “Deterioro silencioso” en la plataforma X, bajo la autoría de @BajoTierraMu, que es de Bajo Tierra Museo del Agua el documento de resultados 2021-2024, como parte del Informe de resultado de la Comisión de cuenca de Río Querétaro. Un interesante y valiente trabajo que nos muestra las pésimas condiciones ambientales que encontramos en esta materia.
La contaminación de los arroyos, manantiales y ríos en el país va creciendo a medida que se extiende la mancha urbana y la presencia humana, sin usar el mínimo del sentido común respecto al cuidado del medio ambiente. Como colofón y muestra de que debemos hacer algo de manera urgente y radical respecto a la educación ambiental, de salud y mínimo civismo, mencionare un video que también circula en redes sociales, en este reciente periodo vacacional, donde habitantes del Estado de México realizan un día de campo, a donde fueron a convivir, bailando, bebiendo cervezas y con sus mesas con alimentos y botanas, mientras “disfrutan” bañándose y chapoteando en un bordo estancado con aguas negras.
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