Por Manuel Basaldúa Hernández
La sociedad contemporánea se ha empoderado como nunca antes. Pero esta condición también la llevado a una pulverización que la multiplica en micro-sociedades. El problema al que acarrea esta acción es una sociedad con muchas insatisfacciones en todos los ordenes por sus altas expectativas a sus demandas, entrando a una espiral sin respuestas concretas y correctas inmediatas.
La cuestión es que esta sociedad empoderada conlleva a si misma una carga adicional que complica su existencia. Esta conformada por sujetos con altos índices de individualismo. Esto ha provocado que la reunión espontanea y esporádica de esos sujetos vaya creando grupos con demandas sin la suficiente solidez, sin que se entiendan bien sus intenciones, generando escepticismo y crispación con otros grupos emergentes o conservadores.
El combate al patriarcado y a su etiquetado moderno que es el “machismo”, incluso las radicales le adjetivan como el falo centrismo, dio origen a los movimientos feministas que han tenido resultados palpables en una sociedad que nos está llevando a una relativa paridad de género en casi todos los ámbitos. Las mujeres y hombres consientes de esa condición con sus movimientos políticos y sociales han logrado un equilibrio todavía en marcha.
Inmediatamente después del feminismo, el movimiento por los derechos homosexuales empezó a moverse aprovechando la disminución del poder vertical que ejercía el modelo patriarcal. La lucha de las llamadas “minorías” se ha formalizado, tales como los movimientos contra el racismo, y las reivindicaciones de otros movimientos. Demandas que desde el Siglo XX fueron emergiendo y logrado que el status quo fuera trastocado.
Sin embargo, en la esfera de lo políticamente correcto, para dar cabida a todos con voz, presencia y derechos, empezamos a ver algunas de las contradicciones que encierran tales demandas y derechos. La sociedad como el cemento que une a todos sus integrantes requiere de instituciones que se han erigido a lo largo del tiempo a través de sus prácticas, funciones y roles que cada individuo debe responder, tal como lo explicaba Emilio Durkheim en sus teorías.
La aparición de grupos sociales con exigencias, validas por sus prácticas o anhelos de coexistencia han presentado demandas a la misma sociedad que han chocado con el mundo tradicional y convencional. Las modificaciones de pensamiento deben llevar un cierto consenso para poder ser escuchadas con seriedad y el peso de esas “minorías” a la que nos estamos refiriendo.
Esto pasa por el tamiz de los diferentes campos de las disciplinas académicas y de la ciencia. De las que podemos destacar entre otras, al Derecho, El lenguaje, la sociología y la Psicología, para poder dimensionar cuales son los fundamentos de los movimientos sociales y las exigencias de los grupos recién creados.
El revuelo que causó en los últimos días de agosto la reacción de “une persone” en una sesión a distancia de un grupo de estudiantes, cuando un compañero se refirió a “elle” como ella y esta rompió en llanto por la frustración de no ser considerado como “compañere”, y sus consecuentes respuestas en las redes sociales, y luego la demanda de estos grupos explicando su condición, muestra esa dispersión a la que estamos llegando al crearse esas micro-sociedades, las cuales no se escuchan entre si y se descalifican también entre sí.
La tolerancia, la convivencia y coexistencia entre grupos y sujetos son acciones mal sustentadas que nos puede arrastrar a una descomposición social, al igual que el fenómeno de el calentamiento global y el deterioro del medio ambiente como un camino sin retorno.
La presencia de los autodenominados grupos LGTB+ tienen tanto derecho a manifestarse y a existir, a ser escuchados y ser tolerados como cualquier otra organización de obreros, de clubes deportivos, de colonos, y de tantos otros como sea posible para perseguir ciertos propósitos y objetivos. No deben ser violentados ni objetos de burla o bullyng.
Pero en esa misma lógica también les tenemos que ceder el lugar a los que se han congregado como grupos y también se definen y defienden como minorías así sea su causa ser los “anti-vacunas”, los supremacistas, los próvidas, los abortistas, llegando a extremos como el británico que se cree perro dálmata y exige sus derechos caninos, a ciclistas, a los peatones, entre otros mas que vayan surgiendo y creando demandas.
La tarea para discernir esta sociedad es, ¿como construimos un nuevo “nosotros” y un nuevo “yo” en esta vida moderna? Hasta donde esta la existencia sana de ser un miembro del tejido que crea las instituciones y las estructuras sociales, como un sujeto que tiene integrado su “yo” psicológico, su conciencia y su ética. ¿Hasta donde están apareciendo los limites de las perversiones y las anomias? Tienen la palabra los psicólogos, los lingüistas, los sociólogos y los juristas.
Deja una respuesta