Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
Querétaro recibe diariamente a 118 personas para radicar en esta capital. El crisol humano es amplio, diverso, multicultural, pero intenso. De manera imperceptible nuestra cultura se transforma de manera cotidiana. Es decir ¿A estas alturas qué es queretano y que no lo es? ¿realmente importa la pregunta a estas alturas de gran movilización en nuestra entidad?
Los cambios socioculturales son palpables tanto en lo físico como en lo social. Los inmigrantes traen nuevas costumbres, y buscan las que aquí se cultivan. En esa amalgama de prácticas se forman nuevas. ¿Esa combinación es la que conviene a este espacio físico?
Dice Kingley Davis que en las sociedades urbanizadas su población vive arracimada en pueblos y ciudades, y eso significó un gran paso en la evolución del hombre. Refiere este historiador que las ciudades aparecieron aproximadamente hace cinco mil quinientos años, y tal parece que las demandas de los nuevos “ciudadanos” siguen siendo las mismas.
Se va a la ciudad a buscar un mejor estilo de vida. Se va a buscar el progreso, y la manera en que la ciudad pueda servirse de uno para lograrlo. Pero en ese tipo de intercambio, las exigencias son altas y caras. De tal forma que en cuestión de prioridades las demandas a las autoridades son; seguridad, empleo, habitación, viandas, salud, diversión y esparcimiento. Todo esto enmarcado en un escenario que brinde higiene, espacios públicos, servicios básicos, y un buen sistema de movilidad. La ciudad brinda la oportunidad de habitar con todo a la mano, o casi.
La ciudad se vuelve entelequia si no es tomada como propia, si no se viene con el ánimo de sumarse a la comunidad, y actuar en consecuencia. Luego entonces, el proceso de adaptación de los nuevos habitantes es lento, mientras tanto se desfiguran algunas de las formas de conducta. Así, los ciudadanos muchas veces se convierten en enemigos de la ciudad al implantar un dominio territorial que, a su vez, es contradictorio: se marca una línea de exclusión, pero a la vez se solicita una inclusión al desarrollo. Tratar de mantener limpio su área arrojando basura en las fronteras de su colonia, tratar de mantener una vialidad fluida, sin ser cortés con el peatón, con el automovilista, o con el conductor de un autobús, son algunas de las conductas nocivas que tiene el ciudadano contra la ciudad.
Será necesario replantearse la pregunta sobre ser un ciudadano, y los requisitos para lograrlo. Preguntarse si los demás tienen esa misma percepción y como establecerla como local. A final de cuentas, este es nuestro futuro y destino: la ciudad. D
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