Escribir es respirar. Leer, alimentar. Escribir es espíritu. Leer, cuerpo. Y viceversa. Entre ambos se animan, sostienen y comulgan, en respiración marítima, el incesante soplo de la vida. Leer es la razón y ser de la escritura. Acto panóptico por excelencia. Proyecta a las raíces que aprehender, originan. Todo lo escrito es una semilla poderosa que trasplanta nuestras ansias de ser y de quehacer para cumplir designios, que en otro tiempo y latitud, le confirieron y dieron forma de amor a la inteligencia.
Toda casa y aldea ameritan elogio.
También todo ser; hasta el más indefenso y en realidad o en apariencia inútil, desempeña una función que epifanía en los astros.
Por descontado, tú. Mis huesos, ni se diga.
La tierra idónea, el cielo compartido, la casa consiguiente, las próximas esquinas: generan otra dinámica. Nuevos trabajos encarnan su propio microclima.
Nadie sabe lo que es un libro…, hasta que lo abre y empieza explorar.
Deja una respuesta