Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
¿Cómo motivar a la gente a ejercer su derecho de votar? ¿ cómo hacer para que la ciudadanía acuda a las urnas y elija una opción de estilo de gobierno? Estos aspectos no son tarea fácil para los partidos y los candidatos. Porque por muto propio no se acude al apoyo, por eso se recurre al acarreo, a llevar a hacer campaña a los empleados de las oficinas del gobierno en turno, a las personas que están cooptadas por las organizaciones dizque populares, a los conocidos y amigos de los miembros de comités de colonos, y a todos aquellos que sean susceptibles de forzar su participación.
No he conocido hasta el momento a personas que, más allá de las tertulias cerveceras o de café, las sobremesas familiares frugales, y ahora en los grupos de whatsapp, se reúnan con el propósito especifico de conocer, analizar y discutir las propuestas de los que aspiran a un cargo público o de representación legislativa. De hecho, hay un enorme desconocimiento de las leyes, los reglamentos y todas aquellas formas de regular el comportamiento social en la comunidad.
Los mueve más una adhesión mecánica a un personaje que a un representante de una ideología o de un partido político, es decir, la gente se mueve mas por las emociones y las apariencias que por un razonamiento frio y calculador. Al menos en su mayoría.
A manera de mercenarios propagandistas, jóvenes y personas de otras edades se dejan contratar para ir a los cruceros y bailar, gritar, moverse mecánicamente, con las banderas del partido que les paguen, o les obliguen a portar. No se siente su apoyo genuino ni su convicción. Forman parte de un paisaje temporal, que no se vuelve a ver hasta el siguiente periodo electoral.
Otro elemento más de las campañas electorales son las “pintas”, esos letreros mal hechos, que se confunden con los anuncios de los bailes populares o los conciertos de artistas de banda o de rock, sin que signifiquen nada semánticamente en el campo político.
La ciudadanía se ha convertido en un personaje frio, sin emociones, y lleno de indiferencia ante estas manifestaciones de los políticos. Pueden llevar propaganda en sus autos, en las bolsas para el mandado, pero nunca en sus intenciones de defender o de promover a ningún partido o candidato.
La propaganda partidista tiene una corta duración para el efecto de difusión del nombre o imagen del candidato o candidata, luego, es basura, manta para cubrir el sol, o playeras de uso para el trabajo pesado. Eso lo saben los políticos, por eso sus materiales son de poca calidad y de uso mínimamente reciclable.
Las campañas electorales en la ciudad se han convertido en una guerra de porras, más que en un combate de ideas y argumentos.
Y en las redes una competencia de insultos más que de ideas y argumentos.
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