Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
La víspera más esperada está a punto de llegar a su fin; el dos de junio, día de elecciones para elegir a los gobernantes y representantes populares. Esta fecha abrirá nuevas brechas de conciliación, de respiro con alivio o bien de odio, resentimiento y defensa de posturas ideológicas. Quizá debiéramos acotar con precisión que son más bien posturas de imaginarios. Ese concepto de Daniel Hiernaux para imaginar un espacio territorial. Mucho me temo que lejos de encontrar una solución a la pacificación, sea cual sea el resultado seguirá el encono, la rabia y la división. “Patadas de ahogado” como dice el dicho popular.
No tengo recuerdo de un fenómeno de esta naturaleza que se haya experimentado en México (al menos durante mi vida): familias, grupos de amigos, colegas, vecinos, y otros conglomerados sociales que se inclinen para uno y otro bando para defender a un político o atacarlo, de venerarlo o criticarlo.
Sentados en la misma mesa, muchas familias se encuentran divididas por esa defensa a ultranza. O compañeros de clases académicas donde se supone que impera el reino de la razón se agrupan en bandos que ostentan la razón cada uno. Lo que si es un hecho es que debemos dejar constancia sobre la aparición de un llamado “movimiento” que ha puesto a integrantes de familias o amigos a anteponer incluso su integridad para ser obradorista o contrario a Obrador.
No quiero entrar en la polémica del tema partidista. Más bien pretendo plantear preguntas sobre un fenómeno de masas que ha crecido con esa base del imaginario colectivo. Incluso me atrevería a señalarlo como fenómeno psico-social. La primera es: ¿Por qué hay una defensa a ultranza de un personaje y de un movimiento que no deja lugar a la autocrítica, a la crítica, al análisis objetivo, y a la reflexión sobre la realidad empírica? La segunda es: ¿Por qué hay un odio y resentimiento sobre las ruinas de un partido que estuvo gobernando durante más de 70 años y su corolario panista de 12 años?
Quiero encontrar algo de respuestas en La Carta al Padre, de Franz Kafka, más que en Freud, Lacan o Focault. Apunta Kafka: “Querido Padre, No hace mucho me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestarte; en parte precisamente, por el miedo que te tengo; en parte porque en la explicación de dicho miedo intervienen demasiados pormenores para poder exponerlos con mediana consistencia”.
La mesa está dividida, y nadie quiere ceder. Espero que cuando se haya llegado a un punto de quiebre cambie la jugada en las relaciones de las familias o los amigos. Dice Guthrie, en su libro de Los Filósofos Griegos: “se arguye que ninguno que los que exhortan a los hombres a obrar con justicia se interesa en la rectitud inherente al acto de sí mismo. Se ve en los poetas y en otros maestros de moral que todo lo que importa es aparentar que se ha obrado rectamente, pues
todo lo que alegan en favor de sus opiniones es que el bueno recibirá el favor divino y el injusto recibirá el Hades lo que merece”. Habrá que recordar solamente, que la mesa debe tener sus cuatro patas para mantener su estabilidad, si falla una todo caerá.
Después del 2 de Junio, reitero, espero que desaparezcan esos imaginarios impostados y prive el peso de la realidad.
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