Luz Neón
Manuel Basaldúa Hernández
El alcalde Felifer Macias entro con bombo y platillos al escenario de la administración pública y con una enjundia inusual anunciando su “Plan Orden”.
Pero este programa se ha visto atenuado por el gran reto que le ha presentado el territorio a gobernar. Con una infraestructura vieja y en mal estado, así como una compleja red de servicios que se ha visto rebasada por los vicios acumulados de anteriores administraciones y el crecimiento desmedido al que se encuentra sometida la capital del Estado, el Plan Orden que avanza a toda máquina no deja satisfechos a los ciudadanos hasta el momento, que no percibe avances palpables.
Si pudiéramos englobar el mayor reto que tiene al frente el Gobierno Municipal lo centraríamos en el tema del Medio Ambiente. La superficie urbana se encuentra con basura por doquier. El llamado Río Querétaro, entre otros desagües en la ciudad, esta convertido en un canal estancado de aguas putrefactas combinado con aguas residuales y negras, el voraz avance del sector inmobiliario sigue desapareciendo y poniendo en riesgo importantes áreas de reserva ecológica vitales para la población, los jardines y parques con su vegetación en mal estado, tanto por enfermedades y parásitos como por la ausencia de riego de sus árboles.
El aspecto lamentable del escenario urbano actual atraviesa por un campo totalmente olvidado por la administración municipal: la cultura. Un gobierno alejado del conocimiento, del fomento y del impulso a la cultura tiene resultados poco favorables en su entorno social y ambiental. La constante presencia de la basura, por citar un aspecto, está relacionado con la poca o nula acción de los ciudadanos, que pueden colaborar mejorando su entorno. El Gobierno es para administrar los recursos naturales y humanos, y los ciudadanos a acompañar estas acciones. Los hábitos, las costumbres y las tradiciones deben ser parte importante del equilibrio ecológico que debe ser dirigido por programas comunales.
La gente tirando basura a las calles a cualquier hora, sin limpiar el frente de sus casas, sin ayudar a reciclar, arrojando muebles y objetos a canales, parques o esquinas, haciéndose indiferente a focos de contaminación, o tirando indiscriminadamente contaminantes (por ejemplo, el mercado de abastos que debería de mantener pulcritud e higiene, es un pasaje de desechos o desperdicios, sin que autoridad alguna intervenga) es una muestra de la desarticulación entre ciudadanía y gobierno local.
En redes sociales se compartió una escena que muestra lo que señalamos: una trabajadora de limpieza en el centro histórico tuvo una riña con una señora, debido a que la hija de esta señora estaba tirando al piso las hojas de unas flores que se dedicó a deshojar, justo cuando la trabajadora acababa de barrer esa área. La madre de la niña en vez de enseñar a la niña que no debe ensuciar, le espetó a la que limpiaba que para eso le pagaban, que se pusiera a trabajar. Dejando que la niña siguiera tirando basura en el piso. Todo esto ante la mirada indiferente de otras personas que pasaban por el lugar.
Estas anomalías en un sistema cultural local son las que fracturan la estructura del medio ambiente. Sin a nivel micro no se corrigen estas conductas menos se harán a nivel meso o macro, y por eso vemos industrias o grandes comercios contaminando ríos o canales, y viviendo entre montones de basura. Esto, además de ser antiestético, y poco ciudadano daña totalmente nuestro medioambiente. Si la autoridad no tiene dimensión de estos fenómenos, la ciudad está a la deriva y cerca del colapso.
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