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Luz Neón

El turismo como plaga

Manuel Basaldúa Hernández

 

El calendario marca las fechas de eventos cívicos y religiosos tal como señalan las efemérides, como resultado de una práctica cotidiana o de festejo alegórico de una comunidad o grupo social. Los eventos religiosos son los más visibles y realizados con voluntad propia, los eventos cívicos se sienten un poco más forzados, pero igual los respetan las personas y acuden a participar.

Las prácticas rituales derivadas de lo religioso, a cargo de las familias y las cofradías, entre otras formas de organización eran comunitarias. Es decir, aunque en ocasiones tumultuosas se sentían como intimas, muy personales. Respondían a una necesidad interna, con características propias y originales.

A medida que empezó a cobrar importancia la curiosidad turística, su consecuencia fue que estas prácticas empezaron a desvanecerse en su práctica original. De tal forma que el carácter rural o barrial en las zonas urbanas se abrieron y dejaron que se les arrebatara un área de exclusividad y originalidad.

Y la agudización del desvanecimiento de su expresión primigenia empezó a medida que ojos extraños y con curiosidad turística aparecieron en su ambiente.

A mayor crecimiento de la ciudad mayor la necesidad de cambios en las practicas sociales vernáculas y transformación en mercancía de tales prácticas. La transformación radica en beneficios económicos en vez de beneficios de cohesión social de la comunidad local.

El interés del turismo por lo vernáculo y regional, de lo local y sus contrastes de su medio, llevan a los turistas a acentuar su deseo de apropiarse en partes de lo que ven en las localidades o lugares a donde acuden. Esa forma de apropiación es creciente a tal grado de orillar a convertir en mercancía o espectáculo esas prácticas locales desvaneciendo su esencia ritual o espiritual que las originaron.

Adelaida Ardila, (2015) de la Universidad Externado de Colombia, escribe en su artículo “Turismo, los orígenes y significados” una serie de referencias a este fenómeno del turismo, de acuerdo a sus fuentes, encontró que en el Libro de los Números en la Biblia se encuentra la palabra  hebrea “tur” o “tour” asociada a los viajes, una referencia a los “turn” -dar vueltas, girar, o tornare a su lugar, yo vuelta de partida usada en el Siglo XII, una palabra con orígenes ingleses de donde provienen los registros de dicha palabra. Para encontrar también que se combinó y termino de acentuarse con la actividad de una familia francesa que le fue otorgada una concesión de viajes en el Siglo XVI, y esta familia tenía el apellido De la Tour.

Así, encontramos que ya en el moderno Siglo XX el turismo, esa actividad compleja de los humanos, principalmente de la ciudad, empezó a especializarse. Y en 1937, como resultado de una visible especialización de turismo como el del ocio y de negocios, dio lugar a que se estableciera la OMT, la Organización Mundial del Turismo. Lo que se vio como una oportunidad de crecimiento económico para las ciudades, la masificación ha empezado a generar problemas de carácter no contemplados.

Debido a una alta demanda de servicios, y aunque genera importantes derramas económicas, medidas sobre todo por las ocupaciones de cuartos de hotel de las localidades, su intenso flujo deteriora edificios, centros rituales o elementos materiales y/o ecológicos. Además de lo que ya hemos citado, como las prácticas locales religiosas, rituales o cívicas.  Agregando este señalamiento de convertir en mercancía tales prácticas, despojándolas de su esencia humanitaria.

El show y el espéctaculo como principio de la demanda turística moderna. Tal intensificación del turismo en masa más que oportunidad se ha estado convirtiendo en una plaga difícil de contener.

 

En el caso concreto de Querétaro, los nativos y locales han quedado relegados y hasta excluidos de sus propias prácticas. Los encargados del turismo de la ciudad si bien han tenido éxito en su oferta para atraer más personas visitantes a la entidad, deterioran el patrimonio histórico y el patrimonio inmaterial existente. La deformación de las practicas ira perdiendo sus raíces y sus propósitos espírituales.

Pocos altares de muertos ya hubo en las colonias populares, y además se presiona para la desaparición de la ofrenda con fuegos pirotécnicos a las fiestas religiosas locales, bajo el argumento de la protección animal o afectación medioambiental. Lamentable ver que los danzantes con evocaciones originarias estuvieran expuestos como curiosidad y mercancía para la fotografía de los turistas. Hace falta encontrar un equilibrio de fomento a tales actividades locales, y otras para el espectáculo turístico.

 

 

 

 

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