Mi rostro se llenó de huellas y de tiempo
Y mis palabras fueron presas del silencio.
He aprendido todo lo que no está en los libros,
Por eso los jóvenes quieren oírme,
Pero yo digo poco,
Porque a nadie quiero, desalentar tampoco.
Sin embargo mis manos ajadas
Están llenas de voces,
Mis manos hablan lo que mi boca calla,
Solo basta que las tomes entre las tuyas
Que son más tersas aunque menos firmes.
Te dirán mis manos que he tocado
La dureza del trabajo;
Que con dolor profundo han cerrado
Los ojos de mis padres;
Que temblando se posaron en el ondulado
Misterio de una mujer.
Mis manos te dirán que se llenaron de ternura
Cuando con ellas,
Como una ofrenda al milagro de la vida,
Levanté a mis hijos y adoré a su madre.
Mis manos también llevan las marcas
De las veces que la tendí por un amigo
Y de cuantas más, otro me tendió la suya para levantarme,
Cuando en la lucha por vencer el hambre,
Caí rendido.
Mis manos muestran con orgullo
Que soy dueño de muchos años.
Te dicen transparentemente
Lo que con ellas hice:
Te dirán que convertí la piedra en pan,
El dolor en alegría, el amor en esperanza,
Y te dirán que están limpias,
¡Nunca las manché de sangre!
Mis manos apenas tienen ochenta y siete años,
Viéndolo en perspectiva no son tan longevas,
¡Porque todo ha pasado tan rápido!
A Rolando Collado Ardón+
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