EL LLANO EN LLAMAS:  UN NUEVO PERIODISMO

EL LLANO EN LLAMAS

Sergio Romero Serrano 010721

Quienes hemos incursionado en el periodismo de provincia, sabemos lo terriblemente difícil que es realizarlo de una manera independiente, profesional y seria.

Particularmente en nuestro estado, donde el control de los medios, a través de los contratos por publicidad, fueron durante décadas eficientes instrumentos que definían lo que se publicaba y lo que no. Siempre existió un férreo control de censura y autocensura, que impedía un periodismo más libre y auténtico.

Desde luego que siempre existieron intentos muy decorosos por realizar un periodismo que reflejara de mejor manera las principales inquietudes de la sociedad. Pero normalmente fueron ahogados en el pantano de la insolvencia económica y casi todos terminaron en la quiebra.

Podríamos hacer una lista bastante numerosa de estos esfuerzos en varios de nuestros municipios. Algunos, hasta hoy fecha, sobreviven con bastante decoro. Pero quienes hemos hecho periodismo en provincia -insisto- pensábamos que hacerlo en la ciudad de México, en los periódicos y medios electrónicos de cobertura nacional, era muy complicado por el alto nivel de exigencia y preparación que seguramente se requería. Escribir para los medios más importantes –pensaba hace años- estaría reservado a periodistas muy sagaces y muy calificados: gente inteligente, congruente, oportuna, bien documentada, con una cultura amplia y sólida.

No estoy diciendo que no hay gente en provincia con esas características -no me malinterpreten- ni que no hay periodistas con esas cualidades al interior de la república. Gente capaz en todos lados existe. Pero para desarrollarse, estas personas requieren espacios de divulgación más libres y auténticos.

Es como lo que sucede en la literatura y en la política. Las artes –incluyo la política- crecen mejor en un ambiente de libertad.

Hoy, tengo una idea muy diferente: el periodismo que se hace en la Ciudad de México no es tan profesional y en muchos casos -más de lo que me gustaría reconocer- es francamente patético. ¿

Por qué ha cambiado tan radicalmente mi percepción? Bueno, permítame que le comente que he hecho trabajo periodístico en múltiples ocasiones, tanto en Querétaro, como en San Juan del Río y en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. No solo escribiendo notas, artículos y reportajes, sino también seleccionando y clasificando información para alimentar noticieros radiofónicos y revistas especializadas, conduciendo programas y entrevistando personajes de primer nivel, entre otras actividades, porque también he dado clases de periodismo.

Es decir, entiendo lo que es el manejo de la información, su importancia para orientar la opinión de los ciudadanos y para facilitar la toma de decisiones en todos sus niveles. Con el boom de las nuevas tecnologías, estos controles férreos de la información, que mencioné al principio de esta colaboración, se han ido desdibujando, lo que ha modificado sustancialmente la relación entre los medios de comunicación formales y tradicionales, y el lector; o el ciudadano que desea informarse o tiene la necesidad de saber lo que pasa en su entorno.

La multiplicidad de alternativas y la rapidez con que circula la información han debilitado los controles señalados y han hecho que los procesos informativos se “democraticen”. Para bien o para mal. Esto ha obligado que las políticas institucionales de comunicación muten y se abran a nuevas voces, nuevas figuras de los que antes no tenían ninguna alternativa para manifestarse.

Eran los vetados, los ninguneados, los que jamás podrían decir públicamente “no estoy de acuerdo”, “eso no es cierto”. Los despojados de todo, incluida su verdad. Hoy podemos ver en vivo y en directo el trabajo periodístico de los reporteros que cuestionan a personajes de primer nivel, como a un presidente de la república, no solo de México, sino de cualquier parte del mundo. Y podemos ver la multiplicidad de mesas de análisis donde “sesudas personalidades” de los medios, hacen reflexiones “impresionantes” que los describen muy claramente en sus limitaciones, su falta de información, sus incongruencias, desvíos y perversiones ideológicas.

Entonces los grandes maestros de la información, de los grandes medios nacionales de comunicación, por ejemplo, se caen, uno tras otro, exhibidos por otros periodistas no “tan famosos”, que no los atan intereses comerciales, partidistas o ideológicos y que -por supuesto- no tiene el monopolio de la única verdad oficial y legal, pero que pueden hacer la pregunta precisa, en el momento oportuno y con el personaje correcto. Y eso incomoda. Tal vez por ello -tramposamente- se dice que las nuevas formas de comunicación política en el país han polarizado a la sociedad. No estoy de acuerdo.

La sociedad hace mucho que estaba polarizada. Basta ver los indicares del bienestar social de las últimas décadas, para darnos cuenta. Han estado impresionantemente a la baja. Lo que sucede es que la clase dirigente no estaba enterada o no le importaba. Inmersa en su confort y arrogancia, desconocían el mundo de los que -durante generaciones- han peleado por un espacio digno, en un mundo que solo ha globalizado la pobreza y la injusticia. No el confort. Y los agraviados -que son muchos y están en todas partes- no tenían la forma de divulgar el descontento y los reclamos. Muchos menos cuestionar a los depredadores.

Hoy sí hay esa posibilidad y eso espanta.

Las experiencias de un periodismo más independiente, objetivo y congruente se multiplican y qué bueno.

Yo lo celebro. ¿Y usted?

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