Sergio Romero Serrano
24/01/21
¿Qué favor le debo al sol
por haberme calentado?
Si de chico fui a la escuela,
si de grande fui soldado,
si de casado cabrón,
si de muerto, condenado.
¿Qué favor le debo al sol
Por haberme calentado?
Pito Pérez, de José Rubén Romero
No sé usted, amigo lector, pero yo entiendo que -como entidades de interés público- los partidos políticos son sujetos del escrutinio del ciudadano, sea militante y/o simpatizante, o no guarde –incluso- ninguna relación con ellos.
Es un derecho otorgado por la ley, por el simple hecho de que son financiados por los contribuyentes y deben estar al servicio de elector. Lo que pasa en su interior, su actuar y su desempeño, deben ser de cara a la población, que tendrá siempre el derecho de calificarlos. Y el voto, si se respetara, sería el mejor instrumento de calificación.
La verdad es que no es tan así.
En las últimas décadas hemos visto cómo los partidos políticos se han convertido en instrumentos de consumo, sujetos al marketing publicitario, donde los intereses de la nación y de los ciudadanos, no aparecen, no están, han sido suplantados o pervertidos por los intereses de grupos económicos, cofradías, franquicias y en algunos casos, delincuencia organizada. Es decir, los partidos políticos, que deberían por definición, representar los intereses de los ciudadanos, no los representan.
Quien desea hacerse rico, rápido y sin trabajar, sin arriesgar capital y de manera impune, afiliarse a un partido puede ser una opción. Ser candidato pronto, a cualquier puesto de elección popular o de representación proporcional. Desde el sencillo regidor, pasando por presidente municipal, diputado local y federal, senador o hacer campaña de apoyo para llegar a ser funcionario de primer o segundo nivel. Un empresario que necesita consolidar o acrecentar sus capitales o sus corporativos, busca tener acceso a información privilegiada que le acerque los nichos de oportunidad y va a intentar participar en la política.
El discurso y el perfil con el que se justifica la despiadada arrebatinga en la asignación de los candidatos hoy en día, los ilustra. Los grupos internos buscan imponer a sus personajes predilectos, no porque respondan a los intereses y a las demandas de la sociedad que dicen representar. Quieren imponer personajes que responden a los intereses particulares del grupo que los impulsa o que tiene el control interno del partido en cuestión, que poco o nada tienen que ver con los deseos de la población en su conjunto.
Los partidos no se preguntan -en el momento de sus asignaciones- a quién es conveniente impulsar para garantizar el trabajo, el desempeño y el cumplimiento de los objetivos y tareas que está marcando la sociedad en sus demandas más sentidas y que dará el voto.
Los partidos, con la lógica del poder, -que no es la lógica común, por eso comenten tantos errores- designan a quién les garantice sus intereses del grupo interno que lo impulsa o lo impone, sin importar lo que realmente el votante desea. Por eso se negocia a espaldas de militantes, en lo oscurito, de manera unilateral, autoritaria y nada democrática.
Bastaría con hacer una pasarela, con todos y cada uno de los precandidatos de los partidos contendientes, donde explicaran de cara al ciudadano, por qué son ellos los que nos deben representar. Que las dirigencias estatales, por ejemplo, nos dijeran a los ciudadanos por qué son ellos las mejores cartas que tienen. Con qué criterios y con qué parámetros se tomaron esas decisiones. No a través de debates pre armados, con filtros y maquillaje.
De Hacer posible ese ejercicio que, por supuesto que nunca lo harán, sabemos de antemano qué nos dirían: que son gente honrada, trabajadora, con una trayectoria importante al interior de su partido, que se merecen la designación, que siempre han trabajo por el estado, por el municipio, por el distrito y que son mucho mejores que los candidatos del partido de enfrente. Que son guapos, inteligentes, buenas personas, “que les llevan flores a su mamá (como diría Serrat)”, decentes y que rezan el rosario todos los días. O, como Quico, que lo pide “la chusma”. Aunque muchos de ellos no resistirían el más mínimo cuestionamiento, porque están acostumbrados y por eso pagan, al aplauso, la entrevista a modo, la alabanza y la autocomplacencia.
En san Juan del Río, nadie ha explicado ni intentado explicar (incluidos los medios de comunicación formales y marginales) por qué Germaín va a candidato a diputado y ya no a presidente municipal, como nos hicieron creer desde hace más de un año; por qué Roberto Cabrera suplanta la aspiración de Germaín y Memo Vega va a la diputación federal. Tampoco han explicado por qué Gustavo Nieto debe repetir a la presidencia municipal. Lo único que ha quedado claro, para nosotros los ciudadanos, es que ya se pusieron de acuerdo en el “toma y daca” interno.
Bueno, me falta Morena, pero ¿pues qué les puedo decir?
Los ciudadanos de a pie, como siempre, estamos mirando. Nuestra única función en este juego perverso de la democracia, es otorgarle el voto a quién deseemos legitimar en el poder, para que nos sigan dando productos de muy mala calidad y además reciclados. Ello, a pesar de que pagamos un costo económico muy alto en el financiamiento de las campañas, en el diseño y operación de los procesos electorales y en el salario impresionantemente alto de todos y cada uno de los representantes populares (cuando ya estén gobernando) y que no han estado -y no van a estar- a la altura de nuestras demandas y nuestras necesidades.
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