Sergio Romero Serrano
110522
La integración de América Latina ha sido saboteada históricamente, desde el desmembramiento de las colonias españolas durante el siglo XVIII, por los diferentes grupos de poder en la región. Estos, fieles herederos del oportunismo y la barbarie ibérica, las diferentes oligarquías apostaron a mantener las diferencias y a fomentar el encono racial para evitar el verdadero sueño americano: un continente integrado y próspero, basado en un pasado y un idioma común.
Fue Simón Bolívar el primer en vislumbrarlo y fue el más cercano intento de crear una patria común, que fue sepultada por los intereses económicos y políticos de la región: divididos y cercanos al emergente imperio estadunidense, voces como la de José martí alertaron sobre la deglución de que seríamos sujetos.
A más de dos siglos de distancia, la integración de la América Latina sigue siendo un pendiente que preocupa a muchos. Para bien y para mal.
La reciente gira del presidente Obrador por solo Centroamérica, irrita a los detractores de su gobierno que ven en eso un acto más de mesianismo, muy propio de los populistas que –según ellos- han pastoreado las brutales diferencias económicas de la región, alentando aventuras de trasnochados dictadores y autoritarios: Chávez, Castro, Evo, Lula, Krichner, Correa, por citar solo a los más recientes y mayormente conocidos.
Más cercanos al “destino manifiesto” de los estadounidenses, los retardatarios lamentan que la frontera no hay quedado cientos de kilómetros más al centro del continente, para vivir de las “mieles” del “american way of life”, que según ellos es la mejor manera de vivir.
Incapacitados a comprender que la unión hace la fuerza, como lo ha demostrado la Unión Europea, siguen el juego dictado desde hace décadas, desde el siglo pasado, una América fragmentada, confrontada, debilitada, incapaz de estructurar respuestas comunes a problemas comunes, ante un imperio que a nosotros los mexicanos nos costó -por lo menos- la mitad del territorio nacional. De ese tamaño.
Todos los esfuerzos que se realicen por fortalecer la unión Latinoamericana, incentiva la sobrevivencia y el crecimiento económico y político de la región.
En este contexto se puede entender la gira realizada por el inquilino de Palacio Nacional, que creo pretende dejar sentadas las bases de una política exterior que recupere el tradicional liderazgo de México ante centro y Sudamérica, perdida por el servilismo de los gobiernos anteriores que siempre llegaron con los pantalones abajo a la Casa Blanca.
Si eso preocupa a los conservadores, hay que recordarles que ahí está Miami, donde tienen sus mansiones para opten por una vida más cómoda, estable y productiva.
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