EL LLANO EN LLAMAS: LAS COSAS EXTRAÑAS DE LA ECONOMÍA

 

EL LLANO EN LLAMAS

Sergio Romero Serrano 280422

Bajo el riesgo de parecer muy ignorante, debo decir que tengo mucha desconfianza a la ciencia que conocemos como ECONOMÍA, por su alto grado de subjetividad. Si bien es cierto que todos, absolutamente todos, realizamos actividades relacionadas con los procesos económicos, desconocemos en esencia los elementos que los determinan y –tal vez- gran parte de los efectos que generamos. Tanto individual como colectivamente hablando.

Me desconcierta, por ejemplo, leer en los periódicos información sobre costos y precios que se determinan de manera, para mí, extraña o ilógica. Pongamos el caso del petróleo. Hasta hace algunos meses estaba fluctuando entre los 40 y 60 dólares. Hoy está arriba de los cien. La pregunta elemental es ¿por qué? La respuesta parece obvia: por los precios internacionales, la oferta y la demanda, la política económica de los diferentes productores o países, etc, y una lista muy amplia de “variables” que inciden en el costo. Y sin embargo, no me satisface.

A riesgo de parecer necio, que varíen los precios no me parece tan raro. Pero ¿tanto? ¿Al grado de duplicarse o triplicarse o quintuplicarse? Por ejemplo, ¿Qué o quién determina el precio de la tortilla o de la leche? Hay algunos indicadores que –sin mucha ciencia- nos alertan sobre este determinante. Veamos: un kilo de tortilla tiene un precio aproximado de veinte pesos.

Jamás había estado tan cara como hoy: casi un dólar el kilo. ¿Por qué está tan cara, siendo el alimento fundamental de nuestra dieta? Si pensamos en el proceso productivo de la tortilla, veremos que es relativamente simple: el cultivo del maíz, lo hacen harina y llega a la tortillera donde se mezcla para obtener la masa y el cocimiento. Hasta ahí. Llega el consumidor y la compra.

Algunos estudios indican que el mexicano promedio consume alrededor de 90 kilos por año. Es nuestra base alimenticia por la extraordinaria variedad de combinaciones sobre este producto. En el otro referente, también básico en la alimentación popular, producir un litro de leche es más complicado: desde comprar la vaca (lo que cuesta), alimentarla, sus vacunas y medicamentos; ordeñarla, pasteurizar la leche; embazarla, mantenerla a temperatura y distribuirla.

Su precio fluctúa entre veinticuatro y treinta pesos, que comparado con el precio de la tortilla, resulta ser más barata –relativamente- a pesar de llevar un proceso productivo mucho más complejo. La pregunta obvia es ¿por qué? Los economistas dirán que hay variables como la oferta y la demanda y el contexto político del momento, que genera la confianza o la desconfianza de los que invierten en los bienes y servicios, que satisfacen las necesidades de la población, y bla, bla, bla.

La verdad es que hay fenómenos contradictorios en los mercados, que deben ser regulados por las políticas públicas de los gobiernos, para contrarrestar los efectos perniciosos de dejar todo en “las manos invisibles, de las fuerzas económicas que dará el equilibrio justo en el precio de bienes y servicios”, nos recetaba las políticas neoliberales que se implementaron en el mundo desde hace más de tres décadas y cuyos resultados han sido ampliamente cuestionados –en fechas recientes- no solo el país, sino en el mundo. La inflación que estamos padeciendo en los dos últimos años es alarmante.

Los precios de los productos en general, están totalmente disparados y fuera de control. Hay una espiral incontenible que está devastando a la endeble economía popular post-pandemia. Hasta hoy, no hay una respuesta gubernamental clara que reconozca por un lado el nivel del estrago ocasionado y por el otro, las políticas públicas que se instrumentarán para contrarrestarlo. Se ha hecho el anuncio oficial de que las tiendas departamentales están vendiendo cada más a pesar del contexto económico tan adverso.

Pero la duda es si porque se ha incrementado el consumo –que no creo- o si es por el incrementado desproporcionado de los precios de la totalidad de los productos. A este contexto agréguele usted la guerra entre Rusia y Ucrania, líderes en la producción y exportación de granos que por el conflicto han disminuido la producción. Sea como fuere el panorama es triste para el país en general y en particular para los más pobres. Los de arriba no les preocupa mucho y si no me cree, revise la afluencia de comensales en los restaurantes más elegantes y costosos de la ciudad y la de los más populares.

En los primeros parece que no hay crisis y en los segundos se hacen inmensos esfuerzos por sobrevivir como empresas. ¿Esto será parte de la polarización social de la hablan algunos partidos políticos?

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