Sergio Romero Serrano 080421
LA CULPA ES NUESTRA
El arranque de las campañas por la gubernatura del estado, las presidencias municipales, los diputados locales y los federales, tal como ya se había anunciado en este canal, por Alejandro Guillén en sus Diálogos en el Infierno, ha resultado por lo menos, decepcionante.
A mí me parecer es algo más que eso: es patético.
La oferta y la propuesta política en nuestro estado, es de una pobreza infame. Pero nos la merecemos. A lo largo de varias décadas la hemos venido cultivando hasta la ignominia. Hemos dejado crecer a una clase política que brilla por su incompetencia y su ineptitud.
De una mediocridad impresionante y un oportunismo insultante, en dónde lo único que interesa es cuánto dinero van a ganar y qué negocios van a realizar. El electorado no importa nada. No está, no existe: es solo el medio para llegar el poder.
“Un político pobre, es un pobre político” reza la frase de oro que describe a la perfección la visión de lo que es política en nuestro país. Frase acuñada desde el siglo pasado por uno de los personajes más oscuro del priísmo nacional: Carlos Hank González, fundador del grupo Atlacomulco del Estado de México, bastión de élite del poder económico y político, desde la mitad del siglo pasado y hasta el presente, con una enorme influencia.
No sé usted, amigo lector, pero yo no me veo representado por ninguno de los candidatos a la gubernatura del estado, la presidencia municipal de San Juan del Río, ni los diputados al congreso local. Es decir, hay en el ambiente de los ciudadanos, una sensación de orfandad y abandono. No nos sentimos acompañados por quienes pretenden representarnos en nuestra problemática cotidiana.
La clase política está distante y ajena. Hablan de cosas que no son lo primordial, lo básico, lo medular, y endulzan sus palabras y sus propuestas con un desconocimiento de la realidad social más elemental.
Los discursos de arranque de campaña, de los diferentes candidatos es más qué claro: no tienen ni maldita idea de lo que demandan los ciudadanos y no tiene claro -ni ellos mismos- qué van hacer con el poder, si es que lo toman.
No hay líneas de trabajo, ni prioridades, ni estrategias, ni nada. Solo una retahíla de ocurrencias que no reflejan el sentir de la población y que responden más bien a una estrategia de mercadotecnia política ramplona, improvisada, absurda y muy manoseada por otros partidos, otros candidatos y otros momentos.
La pregunta es necesaria: ¿Es en serio? ¿Así pretenden convencernos? Los grandes ausentes en la agenda política de todos los candidatos, es principalmente en materia de seguridad pública.
Nadie la retoma, ni la menciona, como si todo en este rubro estuviera bien garantizada la tranquilidad de los ciudadanos. La generación de empleos y los salarios bajos de la clase trabajadora, que -por lo menos en mi municipio- son impresionantes.
El crecimiento desorganizado y especulativo de la industria inmobiliaria. El brutal encarecimiento de la vida cotidiana del estado (vivienda, transporte, canasta básica, salud, educación y cultura). La escasez del agua. Los estragos económicos de la pandemia: la rehabilitación del sector productivo de micros y medianas empresas, abandonadas a su suerte. Y de la mano, la política impositiva de los dos niveles de gobierno: estatal y municipal. La impartición de justicia.
El desarrollo más equilibrado del resto del territorio estatal, más allá de Santiago de Querétaro, El Marqués y Villa Corregidora. Y un largo etcétera que ya es muy viejo y reiterado.
Hemos hablado solo del contenido en el arranque de las campañas, pero no vale la pena hablar de la forma. Si la primera es patética, la segunda, dan ganas de llorar. De verdad ¿no hay espacio para la creatividad, la imaginación y la inteligencia? Pues no, creo que no.
Los políticos de hoy brillan por su falta de preparación, por su pragmatismo de telenovela, su discurso de “curso de superación personal”, su propuesta de “coaching empresarial”, por su ignorancia de tutorial.
La culpa es nuestra porque los dejamos crecer con nuestra indiferencia, por no exigir la rendición de cuentas, por no ciudadanizar los partidos políticos, por no castigarlos con el voto en la urna.
Tenemos la clase política que nos merecemos.
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