Por: Sergio Romero Serrano
140421
La muerte replantea la trayectoria del maestro Fernando Tapia y me obliga a un deber de compañero y discípulo. Y no es fácil, porque fue un personaje polémico, ninguneado por un sistema que negaba –en ese entonces- toda posibilidad de cambio y el costo al intentarlo era alto. Fernando lo pagó y creo que lo hizo con dignidad.
Lo conocí en 1974 cuando era presidente de la sociedad de alumnos de Piscología, escuela recientemente creada por el poeta y rector Hugo Gutiérrez Vega, quien también sufrió el linchamiento político y mediático del Querétaro conservador, que lo obligó a refugiarse en el servicio exterior mexicano y en la poesía.
Fernando Tapia era entonces un estudiante inquieto que buscaba insertarse en las nuevas corrientes del pensamiento contemporáneo: el marxismo y el psicoanálisis. Corrientes peligrosas que seguían espantando a una queretanidad decimonónica, que añoraba todavía a Maximiliano de Habsburgo.
Yo era reportero del periódico mimeografiado Diálogo Universitario, órgano oficial de comunicación de la UAQ, que dirigía el periodista de apellido Badillo. Entrevisté a Fernando Tapia por las actividades estudiantiles de la entonces escuela de psicología. Había efervescencia y entusiasmo por modernizar la academia. Pero había mucha resistencia de las autoridades.
Al titularse Tapia pasa a dar clases en la Escuela Preparatoria de San Juan del Río, institución privada que fue el semillero de los profesionistas, que pudieron ingresar a las diversas universidades del país, en las décadas de los sesentas, setentas y ochentas, lo que la convirtió en una institución vital del municipio.
Ahí coincido nuevamente con él, en 1975 y 1976 y junto con la presencia del maestro Florentino Chávez (otro personaje que fue muy relegado hasta muy recientemente que se le otorga el doctorado Honoris Causa por la UAQ) se desarrolla un movimiento académico y cultural sin precedentes en la historia de San Juan del Río: música, teatro, ediciones, deporte, conferencias.
Forma ahí tres o cuatro generaciones a las que influye a tal grado, que aún es recordado en el municipio. Simultáneamente ingresa como docente en la Escuela de Piscología y años más tarde es nombrado director. Aquí comienza la actividad transformadora de Fernando Tapia: le da una orientación psicoanalítica a la escuela. Deja de ser una licenciatura de psicología general, para convertirla en una por especialidades: laboral, social, educativa y clínica, tratando de dar respuestas -en ese momento- a las necesidades de una sociedad que se transforma.
Querétaro entra en un proceso acelerado de industrialización que se inicia en los sesentas, pero a finales de la década de los sententas se intensifica y -ante lo intempestivo e improvisado- se sumerge en una serie de contradicciones que lo llevarán a confrontaciones y conflictos de diversa índole.
La Facultad de Psicología se convierte en la escuela de vanguardia académica y política de la UAQ. Los estudiantes empiezan a participar en procesos laborales y sociales fuera de la universidad. Hay un activismo que empieza a incomodar en el interior, a algunos universitarios que vieron muy politizada la escuela y a las oficinas de gobierno encargadas del control social. Aún están muy recientes las heridas del movimiento estudiantil del 68 y las guerrillas urbanas han aparecido en varias partes de la república.
Fernando Tapia funda la Central de Servicios a la Comunidad, las famosas CESECOS que dan apoyo psicológico a la población en general y particularmente a los ciudadanos de escasos recursos, a través del trabajo gratuito de los estudiantes, asesorados por los docentes. El éxito de las centrales es impresionante porque cubre una necesidad sistemáticamente soslayada por la autoridad sanitaria del estado, hasta hoy fecha.
El prestigio de la Facultad de Psicología como una institución de calidad es nacional. Estudiantes de muchas partes del país se acercan a la UAQ, a tal grado que a veces la población estudiantil es mayoritariamente foránea. Incluso hay un buen número de maestros extranjeros impartiendo clases. Y eso también preocupa adentro y fuera de la institución.
El sistema decide que es el momento de parar la experiencia de la escuela de psicología. A través de ciertas denuncias de algunos maestros y algunos alumnos, se abre una investigación. Según testigos de la época, la acusación es simple: corrupción académica. Tengo entendido que ha sido la única ocasión en que el consejo universitario formó una comisión de honor y justicia para deslindar responsabilidades.
Fernando Tapia, junto con varios maestros sale de la UAQ y ante el acoso político cambia de residencia a San Luis Potosí y trabaja en la Facultad de Psicología de su universidad autónoma. Muchos años después regresa a Querétaro donde continúa con la participación política, a través de diferentes partidos, todos de izquierda.
Hoy el maestro desaparece sin que UAQ lo haya reinvindicado. A mí me parece que ahí hay una deuda.
En esa época era entonces rector, el Lic. Mariano Palacios Alcocer y el gobernador del estado, el señor Rafael Camacho Guzmán.
Descansa en paz Fernando.
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