Por: Sergio Romero Serrano
La soberbia y la ambición es una mala combinación. Obnubila la inteligencia y el sentido común. Nos lleva a cometer muchos errores y a pagar –a veces- costos muy altos. Tengo muchos ejemplos de ello. Uno muy reciente: después de seis años de litigio, la SCJN resolvió a mi favor y contra una empresa que me había despojado de mis derechos elementales. Un grupo de pillos pretendió quedarse con una empresa sin que les costara un solo centavo.
En términos muy simples eso se llama despojo, que solo es otra forma del robo. Así, encontraremos en la vida cotidiana y en la historia, infinidad de ejemplos donde la soberbia, la arrogancia y la ambición, son los detonantes para todo tipo de conflictos en casi todos los ámbitos de la convivencia humana, aunque temporalmente se tenga un beneficio mal habido.
Tarde o temprano sale la verdad y ubica en el contexto justo, la situación que se derivó mal desde un principio. Viene al caso la reflexión, porque en el contexto del bicentenario de nuestra independencia se desató una muy interesante polémica que tuvo -a mi parecer- dos aspectos relevantes. Uno, en donde se denostaba la figura de Miguel Hidalgo y se le describía como un sanguinario cura, alborotador de indígenas, resentido e ignorante, al que le quedaba muy grande el calificativo de “padre de la patria”, porque -se decía- no concluyó nada y el movimiento de independencia, menos.
En cambio se exaltaba la figura de Agustín de Iturbide, como el gran consumador de la independencia. Realmente un héroe nacional y padre de la patria: un tipo noble, inteligente, culto, guapo, que siempre simpatizó con el movimiento, a pesar de ser un militar al servicio de la corona española, combatiendo férrea y sanguinariamente a los insurgentes durante casi una década, para al final acordar con Vicente Guerrero e intentar crear una monarquía para ceñirse una corona de emperador. ¿Y quiénes impulsan esta extraña idea que contradice en absoluto la versión oficial y la independiente? Pues algunos historiadores con intereses muy claros, y algunos políticos torcidos ideológicamente que usted, amigo lector, seguramente identifica con cierta precisión.
Es decir, los mismos de siempre, con las intenciones de siempre, para revolver las cosas como siempre.
En el segundo elemento arriba mencionado, participó España a través de algunos de sus prominentes políticos. Entre otros, su ex presidente José María Aznar, un personaje oscuro y siniestro que le causó mucho daño a su país en todos los terrenos, durante su mandato. Entre otras barbaridades, metió a España en una guerra que no era suya: la guerra de Irak. Es de esos personajes fácilmente ubicable dentro de los retrógradas que añoran el siglo XVI y que son capaces de ir contra símbolos tan apreciados por ellos mismos como el mismo Papado, si éste llega a rozar algunos de sus múltiples intereses.
El pretexto para esa polémica fueron los festejos en septiembre por la independencia de México y una carta antigua de la Presidencia de la República, donde se proponía a la corona española ofrecer –en este contexto- una disculpa histórica por los excesos y abusos cometidos durante la conquista y la colonia de nuestro territorio.
Bueno. Algunos sectores de la población española se mostraron impresionantemente sorprendidos e indignados, porque en la lógica de éstos -soberbia y retorcida- consideran que los perdedores, los vencidos, los ultrajados, durante la conquista y los trescientos años de sometimiento ante el poderío español, son totalmente legítimos y justificables.
El mismo argumento del siglo XVI. Pero ¿cómo nos atrevemos a pedir-exigir una disculpa? ¿Por qué? ¿En dónde se ha visto eso? Fieles al pensamiento europeo de entonces, consideran que el poder es para ejercerlo hasta su límite mientras perdure y ello les da el derecho a obtener todos los beneficios que reditúe.
Porque para eso es el poder. ¿No es un derecho, una canonjía del imperio, someter, ultrajar, expoliar, los territorios, lo recursos y la población bajo su dominio por la fuerza y el sometimiento? ¿Entonces? ¿Qué alegan algunos mexicanos? Agradecidos deben estar (continua la lógica española del siglo XVI en pleno siglo XXI) que nos trajeron la civilización (no se rían es serio), el idioma y la religión. Todos estos elementos que no existían antes de su llegada.
La demanda mexicana es una tontería, concluyen. ¡¡¡Esto es una aplastante argumentación!!! Antes de Cortez no había civilizaciones en América, tampoco idiomas y mucho menos religiones. El etnocentrismo español es impresionantemente estúpido. Han alegado en alguna ocasión, que ellos también fueron sometidos por los árabes lo cual es cierto.
Pero olvidan que antes de ellos, estuvieron los romanos y que han existido diversos tipos de imperios a lo largo de la historia; pero los que ellos padecieron, no buscaron destruir sistemáticamente su cultura, su lengua, sus ciudades y sus conocimientos; ni practicaron el genocidio y el esclavismo con las connotaciones que ellos sí aplicaron brutalmente en nuestro territorio. Aznar –no sé si su apellido sea vasco, catalán, asturiano o gallego, pero me evoca al asno- despotricó contra el presidente mexicano, señalando que su nombre no era azteca ni maya, sino de origen español, concluyendo que si no fuera por ellos, no existiríamos…. ¡ni nombre tendríamos! dando otra magistral clase de lógica pura: antes de los españoles, nada; después de los españoles, todo. Arrogantes y soberbios me apena reconocer que algunas instituciones españolas padecen de una miopía milenaria. Por lo menos una gran parte de su clase política y un sector importante de sus cúpulas empresariales.
Es una pena que en pleno siglo XXI sigan viendo las cosas como en el siglo XVI y que no han aprendido gran cosa de la historia de la que ellos fueron importantes protagonistas. Mire usted: llegaron a tener el imperio más grande y redituable que la humanidad haya conocido en su momento.
El gusto les duró trescientos años. Su arrogancia, soberbia y miopía, los llenó de contradicciones y lo perdieron todo. ¡Y lo siguen perdiendo! Fueron superados por ingleses, franceses, entre otros, y hoy por estadounidenses. Simplemente preguntémonos ¿cómo terminaron y dónde están actualmente? Algunos datos: España es actualmente la catorceava economía del mundo. Y ocupa el cuarto lugar solo dentro de la Unión Europea. Su PIB es del orden de los mil 200 millones de dólares.
México es la quinceava del mundo y la segunda de América Latina. Su PIB es de mil 291 millones de dólares. América Latina es la tercera economía más importante del mundo, con 6.06 billones de dólares.
La población en España es de poco más de 47 millones de habitantes. México rebasa los 120 millones. La de América Latina es de 667 millones de habitantes.
El territorio español es de poco más de medio millón de kilómetros cuadrados. El de México cerca de los dos millones de kilómetros cuadrados.
No podemos olvidar que los recursos naturales con que cuenta la región, siguen siendo de los más importantes del mundo. No voy a abrumar con más datos. Efectivamente compartimos con España idioma, cultura y religión.
Debería ser nuestro aliado natural, como lo es el Reino Unido para los estadounidenses. América Latina y España deberían tener acuerdos comerciales y políticos que nos permitirá asumir ser una de las regiones más poderosas del mundo.
Pero nuestra hermana europea medieval, sólo ve en el indigenismo una “nueva forma del comunismo” y se dedica a atacar paises hermanos de América Latina que -según ellos- “no tienen democracia y no creen en dios”. Aznar es un claro ejemplo de la descomposición política en España, que no termina de tocar fondo y que siguen añorando coronas de reyecitos y jugando a ser vasallos, como sucedió en la Guerra Civil. Disculpe, amigo lector, pero leí esta frase en la secundaria, en el poema del Mío Cid y la evoco aquí porque en ese momento, 1968, me recordó la dictadura de Francisco Franco y el exilio español: “Qué gran caballero sería si tuviera un buen Señor”. Hoy puede ser aplicable al pueblo y al gobierno de España.
Reconozco el importante aporte de ellos a las culturas de América Latina, pero como americano no tengo porque olvidar los excesos y los abusos en el nombre del dinero y de la religión.
Creo que el Papa Francisco coincide con esto. ¿Será porque es latinoamericano?
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