Sergio Romero Serrano
081222
Los acontecimientos recientes en el Perú, son un golpe duro a la integración de América Latina, que parecía ir avanzando en la consolidación democrática de la región. Aun cuando la información que nos llega es escasa y contradictoria desde ese país hermano, toda coincide en la destitución y encarcelamiento del presidente Pedro Castillo, junto con su familia.
Son muy lamentables los hechos consignados por la prensa internacional, porque son la culminación de una serie de ataques sistemáticos de la oligarquía local, que se venían presentando desde prácticamente el inicio del gobierno, el 28 de julio del año pasado, del presidente hoy depuesto. Un gobierno muy joven de escaso año de vida.
Tácticas políticos-militares ya practicadas en Bolivia contra Evo Morales, en años recientes, al igual que en el Brasil con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula da Silva, a quien no pudieron detener para que hoy vuelva a gobernar ese país, fueron practicadas en el Perú.
Un poco más atrás, 2009, en Honduras, Manuel Zelaya era víctima de un golpe que estado que lo desterró y sumergió al país en un caos económico y político, que alienta una brutal migración hacia el norte del continente, de miles de personas que solo desean comer y salvar la vida.
Y así, cómo estos casos mencionados hay un número importante de acontecimientos a lo largo y ancho de nuestra América, en casi todos los países que la integran, todos ellos con el objetivo de retardar los avances democráticos y perpetuar los privilegios de las élites que se afianzaron en el poder, desde la época en que el imperio español se desmoronaba sepultando la colonia.
De ese abanico de ataques, tal vez los golpes de estado más emblemáticos en América, sean el del Chile, en 1973, contra el presidente Salvador Allende, que por cierto lleva su nombre la escuela Preparatoria de la UAQ, y el de Guatemala, en 1954, contra Jacobo Arbenz Guzmán, entre muchos más que ha sufrido a lo largo de su historia este país.
Por cierto, hace apenas unos días, la ex presidenta de Argentina Cristina Krischner, ha sido juzgada y condena a seis años de prisión e inhabilitada de por vida para contender por un cargo de elección popular.
Insisto: son tácticas políticas ancestrales, medievales, que siguen practicando los retrógradas de siempre, en su afán de detener lo inevitable. Son los mismos esfuerzos que la nobleza europea del siglo XVI, XVII y XVIII, instrumentaron para detener el avance de la ilustración, el enciclopedismo y la Revolución Francesa, pero que no lo consiguieron.
Es la misma gente, la misma ideología, que boicoteó la incipiente independencia nacional, en 1821, para que nos constituyéramos en república e impusieron una monarquía. Son los mismos que sabotearon la revolución mexicana, para continuar con un porfirismo acotado y llegar más tarde al neoliberalismo que hoy se niega a desaparecer y que da coletazos desde adentro y contra la cuarta t.
Es una ideología que ha subsistido a pesar de todo y que no ha entendido que estos avances no se pueden detener. Podrán retardarlos momentáneamente en el devenir histórico, pero no los pueden desaparecer, porque es contranátura. La naturaleza del hombre es ser libre y vivir bien, como lo han señalado los filósofos griegos, ingleses, franceses y alemanes desde muchos siglos atrás y es ratificado por casi todas las religiones.
El revés en el Perú, con la destitución y encarcelamiento de Pedro Castillo, es un tropiezo sin duda. Pero el avance continuará, inexorablemente. Ya saldrán por ahí, otros Castillos, seguramente.
Por cierto, vi el día de ayer, la foto de Marcelo Ebrad, Secretario de Relaciones Exteriores, una de las “corcholatas” de Morena, sentado a la mesa con Mauricio Kuri y Roberto Cabrera, en Querétaro, en medio de un ambiente de sondeos y posicionamientos de cara a la sucesión presidencial y no entendí. ¿Nos estamos perdiendo de algo?
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