Por: Sergio Romero Serrano
060722
Don Samuel Ruíz García, fue obispo de San Cristóbal de las Casas, en el estado de Chiapas, durante 40 años. A lo largo de todo ese tiempo construyó una pastoral de protección y defensa de los derechos humanos, particularmente de los indígenas de la zona, una de las más pobres del país, a pesar de ser una de las más ricas en recursos naturales.
Víctimas ancestrales de la conquista, los indios de la zona herederos de los mayas, vivieron y viven la explotación y discriminación, con pocas similitudes en nuestra América. Tal vez solo en Bolivia o el Perú se han vivido situaciones semejantes entre los pueblos originarios.
Don Samuel Ruíz estableció en su defensa indígena, un singular paralelismo con otro de los grandes defensores de los pueblos originarios, como fue el propio Fray Bartolomé de las Casas, del que tomó nombre la ciudad que se ubica a unos 60 kilómetros de distancia de la ciudad capital del estado, Tuxtla Gutiérrez.
Perteneciente a la corriente de la Teología de la Liberación, cuyo creador fue Gustavo Gutiérrez junto con Leonardo Boff, peruano y brasileño respectivamente, tiene sus bases en América Latina, en un movimiento de la iglesia católica que pretende optar preferencialmente por los pobres –como lo establece el evangelio- y liberar a los más necesitados del planeta de sus miserias materiales y espirituales.
Samuel Ruíz sufrió el estigma y el ninguneo social y político por ello. Incluso por las propias autoridades eclesiásticas, junto con las élites chiapanecas, que siempre lo acusaron de “comunista” y “provocador” que alentaron la guerra contra los indios, al igual que muchos otros sacerdotes, que abrazaron la idea de que la iglesia debería ser pobre y proteger principalmente a los pobres: entre muchos otros, Sergio Méndez Arceo, en el estado de Morelos y Arnulfo Romero, asesinado en plena ceremonia de la misa, por soldados del ejército salvadoreño.
Tuve la oportunidad de entrevistar a Don Samuel Ruíz para Radio Universidad Autónoma de Querétaro, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, hace ya algunos años, en la catedral, mucho antes del levantamiento zapatista de 1994.
Ese año pensaba pasar las fiestas del año nuevo en esa ciudad, pero no lo hice. Lo lamento mucho porque hubiera sido testigo presencial de ese movimiento de cimbró al país y puso al estado de Chiapas en la agenda informativa del mundo.
Lo único que pude pensar –en los momentos de ver las noticias en televisión- fue que se habían tardado mucho en levantarse.
Al terminar su periodo sacerdotal, Don Samuel Ruíz decidió radicar en Querétaro. Pero después de su gestión, como mediador durante el conflicto del EZLN para parar la guerra, guardó silencio y no tuvo –hasta donde sé- apariciones en público.
Durante la entrevista referida líneas arriba, recuerdo una frase que me quedó grabada por la profundidad de su contenido. Cito de memoria: La construcción del reino de Dios empieza aquí en la tierra y se prolonga en el cielo. Pero aquí pasa –incluso- por los partidos políticos.
Con esta afirmación estableció el compromiso de la política, por la opción preferencial a los pobres, en los cristianos que militan en los partidos políticos de cualquier orientación.
Recuerdo hoy aquí, el legado de Don Samuel Ruíz, por los acontecimientos recientes en la sierra de Chihuahua donde dos jesuitas y un laico, murieron asesinados en la propia iglesia a manos de civiles vinculados al narcotráfico. Sacerdotes que hacían su trabajo pastoral en otra de las zonas más pobre de México: la rarámuri.
Es muy lamentable que la gente de paz muera de manera violenta, por hacer un trabajo tan noble como es dignificar la vida de los hombres. Cuando no se respeta este trabajo, no se respeta nada.
Poco contribuye a la discusión política tan necesaria en estos momentos en el país, utilizar este tipo de acontecimientos para radicalizar un discurso de guerra. Estoy de acuerdo que la violencia genera violencia; pero ello no se contrapone al que haya que detenerla. Ya lo hemos visto en otras partes del mundo: mezclar política y narcotráfico es exponencialmente letal.
Detener hoy la violencia en México es muy complejo por las múltiples aristas que contiene el problema y que tiene que ver con dos líneas políticas de los gringos, como es capitalismo brutal, que pasa por su altísimo consumo de drogas y la venta indiscriminada de armas –o la industria de la guerra, como quieran.
Pero el asunto principal para detener la violencia en el país, es el método o la estrategia a emplear.
Hay mucho cuestionamiento y pocas propuestas. Hay descalificaciones y pocos argumentos. Los medios no están contribuyendo mucho al proceso de pacificación, por los intereses que han creado y sostenido por mucho tiempo. Permea en su discurso la subordinación al poder del dinero.
Ya lo sabíamos: recomponer el tejido social en medio de la guerra contra el narcotráfico, nos va a llevar mucho tiempo. Más del que sospechamos…
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