Luz Neón
El ciudadano resiliente
Manuel Basaldúa Hernández
A partir de la segunda mitad del Siglo XX la migración del campo a las ciudades se intensifico, y así ha seguido su tendencia hasta los presentes días. De tal forma que se invirtió la tendencia de personas viviendo en el campo y la ciudad. A principio de aquel siglo dos terceras partes vivían en el campo, ya para la séptima y octava década, dos terceras partes vivían en la ciudad y solo una en el campo, a decir de Arturo Warman. La ciudad en vez de adoptar hábitos y estrategias campiranas de sustentabilidad y cuidado del medio ambiente las desapareció y transformó a los campiranos en urbanitas perniciosos.
José Alfredo Jiménez, el canta-autor guanajuatense convertido en filósofo y sociólogo, dice en su canción “Las ciudades”; Te quise amar / Y tu amor no era fuego, no era lumbre /Las distancias apartan las ciudades/ Las ciudades destruyen las costumbres.
La ciudad se construyó como un gran conglomerado para ofrecer muchos los servicios a las comunidades que la habitan: alimentación, esparcimiento, educación, protección, espacio para sus viviendas, entre otros. Y desde luego fuentes de empleo y fabricación de sus productos de consumo, salud, economía, vialidades, movilidad, también entre otros.
Pero la ciudad a medida de su crecimiento intensivo fue convirtiéndose poco a poco en lugar de muchos problemas como consecuencia de la masificación, de la escases de sus recursos naturales, de las malas administraciones de sus autoridades competentes, o incompetentes, como lo quiera usted ver. Las personas que ofrecen servicios a la comunidad, también han pervertido la convivencia en la ciudad, porque no muestran un espíritu de servicio a sus prójimos, sino los ven como presas de extracción de ganancias, o como estorbos en el desarrollo de sus actividades. Y los mismos habitantes no colaboran en mantener un espacio sustentable ni ecológico. Demandan mas servicios que lo que pueden colaborar en su entorno.
La generación de basura y su mal manejo ha provocado la inundación de desperdicios en las calles, arroyos, o baldíos. Las fugas de aguas negras y de agua potable convierten a las calles en aire y lodo pestilente e insalubre. El transporte publico se convierte en servicio insuficiente, y así, muchas actividades que deben ser de calidad, se pauperizan y se normaliza esa pauperización.
Ahora, ser ciudadano requiere tener mucha “resiliencia” para enfrentar diariamente las situaciones adversas y perturbadoras del escenario urbano. No solo es alto el precio económico, sino humano debido al desgaste físico, estresante, y de contaminación al que se esta expuesto en el mundo citadino.
Ser miembro de una ciudad requiere de un esfuerzo mayor que el que vive en el campo. Hay que tener mucha tolerancia a las adversidades que antepone la selva de concreto y asfalto.
Habrá que recurrir nuevamente a otro compositor de canciones vernáculas para describir algo de este escenario, Don Margarito Estrada Espinoza, oriundo de Santa Rosa Jauregui y fallecido en el 2002, escribió su celeberríma canción “cruzando cerros y arroyos”, diciendo así: “He venido para verte / Palabra de honor que sí / Traigo mi ropa mojada / Porque hoy estuvo lloviendo /¿Qué más puedo hacer por ti? En nuestro caso como ciudadanos resilientes deberemos de estar cruzando baches, topes y arroyos de aguas negras.
Con la ropa mojada cuando se inunden las calles y la lluvia sea torrencial. Traer la ropa mojada porque un auto paso velozmente y salpico ingentemente a quienes pasábamos por ahí mientras el cafre ni se inmuta. O en caso contrario, puede ser uno un conductor que se quedo atrapado en un enorme encharcamiento porque los cárcamos y canales ya no son suficientes con las corrientes de agua. Y entramos también al vértigo del peligro; el automovilista se queja de los autobuses que le impiden el paso y avasallan su camino, el ciclista se queja del automovilista y llama una sociedad cochista, el peatón se queja de los ciclistas que invaden la banqueta y los atropellan con risa cínica, el automovilista que se queja del peatón que cruza la calle de manera irresponsable y hablando por teléfono sin fijarse por donde camina. Todos quejándose de todos.
Si acaso un aislado pase de cortesía al peatón de parte de un conductor, o una sonrisa de una persona que se cruza ante otra. La resiliencia es urbana.
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