EL LLANO EN LLAMAS
Sergio Romero Serrano 100823
Llueve… oigo el golpeteo de sus terribles gotas contra las ventanas de madera y sus cristales como marimbas chiapanecas, anunciando un tiempo diferente y misterioso… salgo a recibirla y es una delicia enorme sentirla bañando mi cara desnuda y mi pelo, mientras mamá me grita a mis espaldas que me meta y que no me moje… pero no hago caso y lamento que no entienda el placer que produce mojarse con la lluvia… me resguardo un poco y puedo apreciar desde el balcón, cómo ese inmenso llanto cubre el pueblo entero y lo torna borroso y pálido.
Mamá está planchando y se ilumina con una bombilla pequeña y palpitante. Deben ser las siete o las ocho de la noche, porque casi está oscuro y papá aún no llega del trabajo… muy rara vez lo he visto llegar porque sale tarde del cine donde proyecta las películas, y yo debo estar dormido para ir a clases por la mañana… Corro al cuarto de al lado y me subo a la cama para desde la ventana, ver mejor la lluvia y oír más claramente su golpeteo rabioso sobre el cristal que no tiene cortina…. ¡qué bueno!
En un rato sé que se irá la luz en las calles y en la casa… y entonces todos los hermanos habremos de correr, atropellando cosas, para rodear a mamá y yo abrazarme a sus piernas.
La oscuridad me da miedo, mucho miedo, porque los hermanos me han contado cosas terribles que pasan: cosas del diablo y de brujas que se llevan a los niños y se los comen sin misericordia… Yo nunca he visto nada, pero es mejor estar cerca de mamá, sentir su olor y su respiración, su pelo chino y sus brazos y piernas anchas… me siento mejor cuando me pone las manos sobre la cabeza o me toma de la nuca para acercarme aún más a ella… y luego escuchar sus comentarios para tranquilizarnos, como “qué lata con la luz” o “¿cerraron bien las ventanas?” y después de un rato de silencio la escuchamos cantar…. Primero empieza como tarareando y luego poco a poco una melodía va cobrando vida y se convierte en una canción que inunda toda la casa… los hermanos poco a poco se unen y de pronto ya tenemos un coro en la oscuridad que son una delicia para nuestras almas… la voces de los niños en la oscuridad con el sonido de una lluvia pertinaz… le va dando paz a este mundo y lo reconcilia.
De pronto ya no tengo miedo de diablos ni de brujas, ni de nada… estoy absorto escuchando a mamá cantando: “… ¿Dónde vas Román Castillo? ¿Dónde vas? ¡Pobre de ti! Ya no busques más querellas, por nuestras damas de aquí. Ya está herido tu caballo, ya está roto tu espadín. Tus hazañas son extrañas y tu amor no tiene fin. ”
Y sin saber me voy quedando dormido, no sé cuándo, no sé cómo, pero cuando despierto hay una luz tímida del sol que se ha colado por las rendijas de las ventanas y mamá ya no está. Los cantos se han ido… Entonces me siento huérfano y abandonado…. Ya no llueve… En media hora, deberé estar dando clase y alisto los papeles y el portafolio. Al llegar a la universidad el magnetófono ambiental reproduce una melodía. Es Oscar Chávez, la grabación del concierto en el Palacio de Bellas Artes. 1974. Es Román Castillo. Nuevamente empieza a llover.
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