Neon

Luz Neón

Barbiemania del sur

Manuel Basaldúa Hernández

 

La sociedad mexicana es un alebrije, hija camaleónica de la amalgama de pueblos difusamente llamados originarios. Amasijo de teotihuacanos, olmecas, toltecas, asturianos, gallegos y castillenses. Por eso en la actualidad se impregna fácilmente de marcas comerciales que le ponen enfrente. Los asume como propios, porque si no puede acceder a ellas pagando sus derechos, los clona o los piratea. Es fan de los Dodgers, los Yankees y los Delfines de Miami.

En la era revolucionaria fue parte de la leva de Villa, pero abrazaba sus ideas zapatistas, regodeándose de los beneficios dejados por Obregón y el orden de Huerta. Reniega del color y raza de Benito Juárez, pero ama sus ideas y campea con el “derecho ajeno es la paz”, hasta que pierde lo que quiere y arrebata como los de Jalisco.

Erving Goffman, el sociólogo canadiense, planteaba dentro de su marco del interaccionismo simbólico, que lo cultural se basa en los valores morales en relación a las costumbres, los gustos, el decoro y las ideas que se generan entre los grupos de personas. Por eso las personas actúan de acuerdo a ciertos intereses y a entornos sociales a los que pertenece y recrea. Estas acciones las lleva a cabo como actuaciones para conseguir algo, esconder algo o atreverse a actuar para desenvolverse en donde se siente hostilizado o alcanzar sus deseos. Para ello utiliza lo que Goffman llama “mascaras” sociales. El sujeto se esconde tras la máscara para sentirse libre de llevar a cabo ciertas actuaciones y al menos sentirse pleno y libre de manera momentánea. Las relaciones sociales así discurren para mantener un equilibrio, incluso para efectuar algunas fases de adaptación a su medio y sobrevivir con ello.

La abrupta barbimania a la que se dejó llevar gran parte de la población sorprendió a muchos, y nadie se esperaba la llegada de una ola rosa que llego a convertirse en un tsunami de color para alcanzar la emoción generada por la película de la muñeca que por años ha estado en los estantes comerciales y en las cajas de juguetes de los integrantes de generaciones pasadas.

Barbie representa la vida llena de bienes materiales, de objetos suntuarios, de belleza inalcanzable, idílica, de la pareja soñada, del cuerpo deseado, de la piel blanca virginal. Una vida aséptica que no permite mancha alguna y que vive una vida disipada y sin preocupaciones financieras ni de salud. Pero igual que sus proyectados, en un tiempo dejó su papel clásico de niña bien, y empezó a tener piel morena, amarilla o negra, como su pelo. Dejó también por momentos su “outfit” clásico y su profesión de “hija de familia” (sic?), a decir de sus propiedades materiales sin que se le conociera empleo alguno. Apareció como veterinaria,

astronauta, aeromoza, entre otras profesiones. En suma, Barbie también tuvo que recurrir a una máscara para seguir siendo aceptada entre los consumidores.

La barbimania explotó como los fuegos pirotécnicos, y abarcó a todas las clases sociales en México. Todos somos Barbie, se respiró por un instante. Porque su mensaje actual es que “deber ser lo que quieras ser”. Ya no solamente la chica blanca y rubia con delgadez extrema, sino la no binaria, la elle, la bisexual, la lesbiana, la que lucha contra el machismo. Muchos sacaron su vestuario rosa para asistir no a la sala de cine a ver la película, sino a exhibirse de ser libre, de ser una muñeca y su ken, de identificarse con los demás sin etiquetas políticas como hace mucho. Desde magistrados, funcionarios de gobierno de izquierda y derecha, chairos y fifis, machos y gays mostraron sin pudor vestirse de rosa. Incluso hasta las mujeres lo hicieron.

La barbimania dejó entrever que la “austeridad” que profesa el Presidente de la Cuarta Transformación es solo un sentimiento. Que el odio a los conservadores y a los neoliberales puede ser dejado de lado un momento cuando se trata de soñar, de imaginar un mundo rosa, un mundo rosa de verdad, no como el que dice el Gobierno actual. Cuando se abandona la idea de vivir en un México lleno de violencia, de pobreza, de problemas en el sistema de salud, de educación, el mundo de Barbie es la aspiración. La máscara nuevamente sale a la escena.

Se aspira al mundo de Barbie, no al mundo de la democracia. La reciente publicación del Informe 2023 de Latinobarómetro señala una recesión de la democracia en nuestra región. Los mexicanos están poco preocupados por el tema de la democracia, y por eso no ven como un riesgo de autoritarismo que la institución abocada a vigilar, promover y sancionar el ejercicio libre y soberano de votación este en riesgo. El informe señala que hay poca preocupación si hay autoritarismo o no en el país. Los datos del Latinobarómetro parecen desalentadores a todas luces frente a la necesidad de un ejercicio de la democracia en nuestra región y particularmente en Mexico ahora que se vienen tiempos aciagos en el tema. Barbie no tiene preocupación sobre estos asuntos, no tiene por qué preocuparse en pensar sobre sus gobernantes. El consumo y el lujo son sus prioridades. Lo que el Presidente odia y los mexicanos desean, incluidos sus morenistas.

Los mexicanos seguirán usando las máscaras de Goffman. Si ayer fueron los héroes machos Spider-man, Batman o Jack, ahora son la seductora Barbie. Si ayer fueron priistas, panistas o perredistas, ahora serán morenistas. Si el país se puede caer en pedazos, basta poner la mañanera para poder seguir siendo barbie y siguiendo ser feliz, feliz. Una cosa más, Barbie es la otra mujer a la que no está pudiendo vencer el Presidente.

Seguimos siendo un alebrije.

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