Sergio Romero Serrano
210422
Cuando las autoridades policiacas de Nuevo León, decidieron desaparecer al hijo de Rosario Ibarra de Piedra –Jesús- en 1973, en la ciudad de Monterrey, ingenuos e ignorantes, pensaron que daban fin a un problema que les preocupaba, pero jamás se les ocurrió –torpes y limitados- que desataban un huracán que cimbraría al país.
Sin proponérselo, crearon una leyenda que figurará por siempre en la historia política de México y que ha servido de inspiración a miles de mujeres del mundo, que buscan a sus hijos desaparecidos por los malos gobiernos y el crimen organizado. Es decir, el problema que buscaban acabar, lo multiplicaron.
La historia de la humanidad está llena de esas historias: pequeñas, sencillas, auténticas, verdaderas, que -extrañamente para ellos- se multiplican y se convierten en el motor de los cambios que ellos –autoritarios y mediocres- impulsivamente intentaron detener.
Lo mismo pasó cuando los romanos deciden cruxificar a Cristo –valga la comparación- a principios de nuestra era. Creyendo que acaban con el problema, lo multiplican. Cuando el ejército del Porfirio Díaz decide masacrar a los huelguistas de Río blanco y Cananea, desatan la revolución en México. Y el error, lo vuelven a repetir cuando Huerta asesina a Madero.
El 2 de octubre es otro ejemplo. La masacre de estudiantes en Tlatelolco llevará a cabo cambios importantes en la vida pública del país, así como los fraudes electorales cometidos por décadas por el PRI y por el PAN. Los fraudes de 1988 y 2006 les arrebatará el control de la elección con la creación del IFE y posteriormente del INE, aunque hoy éste se prostituya para nuevamente dar paso –seguramente- a otra institución más congruente, honesta y justa, que hoy demandamos los ciudadanos.
Lo acabamos de ver recientemente: la negativa del grupo opositor para aprobar la reforma energética propuesta por la Presidencia de la República, pretende poner un coto a los “excesos” del presidente, quien se aferra a revertir la tendencia de saquear al país. Al negar el voto aprobatorio –la oposición- pretende frenar la negativa presidencial a “negociar”, como era anteriormente costumbre, el consenso para un escenario más “amigable” a la iniciativa de reforma.
La pregunta es, en todo caso, ¿se contiene con ello los “excesos” presidenciables? La mayoría de los ciudadanos ¿aprueban la postura particularmente de la oposición a la reforma presidencial? ¿Con el voto negativo se está interpretando correctamente el sentir de la mayoría de los mexicanos?
Las repuestas a estas preguntas son –probablemente- no. Y con ello creer que se da un manotazo al presidente, me aparece una ilusión y una visión muy corta de lo que se inició en 1988. El rechazo a la oposición se acentuará en los próximos años y se reflejara –me temo- en las urnas. El PRI, particularmente, vuelve a cometer el viejo error que lo ha llevado a su casi total extinción: la ambición y la arrogancia.
Todos saben que la reforma es buena y que posiciona al país en una perspectiva correcta: la que trazaron originalmente los ex presidentes Cárdenas y López Mateos, pero se han negado a comprender que los consensos “amigables” construidos al estilo Salinas-Calderón y Peña, pasaron de moda. El país ya no soporta esas majaderías. Es una lástima que el PRI no lo vea: entierra lo poco bueno que heredó a los mexicanos y decide continuar su trayectoria al desfiladero.
El festejo de la oposición será muy parecido al que realizaron cuando el asesinato de Madero o de Zapata, o la matanza del 2 de Octubre, la imposición de Salinas y años más tarde la de Calderón.
Pretendiendo detener o contener, exacerban y multiplican. Finalmente lo que se hace mal –lo sabe cualquiera- tarde o temprano se revierte y queda ahí, como lecciones para las nuevas generaciones que buscarán remediar los entuertos.
Recientemente ha muerto Rosario Ibarra de Piedra, que deja una huella imborrable de la tenacidad de una madre por encontrar a su hijo desaparecido, por un régimen represor y sanguinario. Más de quinientos desaparecidos fueron exigidos presentarlos con vida en la lucha de esta mujer.
Tuve oportunidad de entrevistarla en una de sus visitas a Querétaro en 1986, para Radiouniversidad de la UAQ. Entrevista que se transmitió con mucho temor de mi parte, en un programa que yo conducía y se llamaba Charla a las Dos. Se transmitía de lunes a viernes, de las 14.00 a las 14:30 horas. Estuvo al aire tres años, de 1985 a 1988, hasta que un intento de entrevista al entonces candidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas, lo sacó del aire y a mí también, como ejemplar castigo por tratar de hacer de la radio universitaria, un espacio mínimamente plural.
Al realizar la entrevista a Rosario Ibarra, me impresionó su estatura –era pequeña y menudita- y el enorme corazón que durante muchos años lo quisieron detener: ellos, los mismos que hoy votaron contra la reforma energética.
Hace días, el senado de la República rindió un homenaje a esta mujer cohualiense y su nombre quedará en los muros del recinto. Fue una pena escuchar a los voceros del PRI y del PAN –que por cierto de este último fue el queretano Alfredo Botello Montes- en este evento. Alguien le mintió diciéndole que hace buenos discursos.
La falta de congruencia y autenticidad, el vulgar doble discurso, oportunista y maniqueo donde por supuesto todos apoyaban a Rosario Ibarra y su lucha, me resultó asqueroso. Los mismo que la persiguieron, hoy la beatifican.
Me recordó a Hugo Gutiérrez Vega, que primero los lincharon –literalmente- las élites queretanas y luego hasta un premio nacional de poesía se crearon.
Suele pasar con mucha frecuencia.
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