Los atardeceres de marzo de Sergio Pfeiffer reflejan la oscura claridad que hay entre la distancia que el invierno de nuestro desconsuelo y la primavera de nuestra esperanza, así pinta el fotógrafo decano de Querétaro sus viajes de lobo solitario.
El talento narrativo del Maestro Pfeiffer aparece en sus fotografías, en su gusto por la soledad que dan al explorador, al viajero, al conquistador del tiempo y la forma.
Sergio Pfeiffer da muestras con sus atardeceres tan queretanos como limeños que la leyenda esta por encima del mito, porque son atardeceres de aventuras que el destino puso al fotógrafo como un dulce a un niño.
Señas de identidad son las graficas de Pfeiffer porque vivir es dejar huella, y la fotografía es la huella del artista aventurero queretano, que desde Lima Perú nos muestra que al igual que los atardeceres la identidad queretana es universal.
Una y otra vez Sergio Pfeiffer desnuda la intimidad de la vida con sus atardeceres en llamas, una y otra vez el fotógrafo como lobo lleno de salvaje curiosidad desnuda a la tarde.
Con las fotografías de Pfeiffer descubrimos que lo cotidiano es la fuerte relación que hay entre la vida y la muerte, las dos juntas, pero separadas como el sol y la luna, el día y la noche, que se quedan en equilibrio en los atardeceres del poeta gráfico.
Una fotografía es en muchos sentidos mil y un testimonio a la vez de cómo los puntos de luz se unen a la velocidad del sonido para componer una simple pero complicada imagen de Sergio Pfeiffer.
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