Neon

Por Manuel Basaldúa Hernández

 

A finales de la década de 1970 cuando yo cursaba la preparatoria, conocí al primer cronista de mi tierra: el Lic. José Guadalupe Ramírez Álvarez. Todo un personaje que sorprendía por su tono de voz, su garbo, y sobre todo por su forma de decir las cosas, combinaba la historia, la literatura y la forma de narrar los sucesos de manera fluida y casi teatral. Después cuando entre a laborar a Radio Universidad Autónoma de Querétaro, la entrañable XHUAQ, me tocó recibir al Lic. Ramírez Álvarez en los estudios cuando grababa su programa “Visión de Querétaro”. El técnico de grabación era un joven muy ceremonioso y atento llamado Eduardo Rabell. Me tocaba en mis turnos de locución, transmitir los programas de “Visión de Querétaro”. Y cuando no estaba en cabina lo escuchaba en mi radiograbadora Panasonic. Rabell era muy cuidadoso con ese material, y sin duda, le aprendió mucho a Ramírez Álvarez.

 

“Visión de Querétaro” era la versión radiofónica del libro “Querétaro, visión de mi ciudad” que editó la Editorial Provincia con fotos de Esteban Galván y de J. Trinidad Lozano, ambos eran los fotógrafos muy reconocidos, y por eso eran “los” fotógrafos de Querétaro.

 

Después también conocí al profesor Loarca Castillo en esas mismas funciones de cronista. Este hombre con figura de bonachón. Su área de influencia era el Conservatorio de Música y el Museo Regional. Pero también era el ajonjolí de todos los moles. Por cierto, lo que me divertía y me asombraba era que se rompía esa solemnidad y casi veneración que le mostraba la gente y los funcionarios al cronista, cuando Yolanda Bandera se dirigía a el cuando lo saludaba como “mi ajonjolicito”.

 

Ya después esa figura de cronista de formalizó como parte del organigrama gubernamental y apareció una Asociación de cronistas por cada municipio, y de ahí se dispersó la producción literaria e histórica de nuestras entidades.

 

El último gran cronista que me tocó conocer, sin demerito del esfuerzo y labor de todos los demás, fue el Dr. Andrés Garrido del Toral. Para mi era el Carlos Monsiváis queretano porque escribía en cuanto rincón editorial le permitían, y gozaba también, como Ramírez Álvarez y Loarca de muchas licencias ante la ciudadanía y sus lectores. Tan buen conversador como conocedor de muchos eventos y sucesos de nuestra entidad.

 

Eduardo Rabell Urbiola, no solo era un joven avezado que tenia por encargo que Radio Universidad estuviera en perfectas condiciones técnicas, empataba muy bien con todos los coordinadores de la emisora universitaria desde el Ing. Ortigoza hasta Ramón Jiménez. Pero no solo era eso, también era un voluntario del H. Cuerpo de Bomberos. De la misma manera que un egresado de la Facultad de Contaduría de la UAQ.

 

Más adelante ingresó a cursar la Maestría en Antropología, pero ahí descubrió la veta de la Historia y terminó graduándose en esa Maestría en Historia de la ya Facultad de Filosofía de la UAQ. Su espíritu formal adoptado en el Cuerpo de Bomberos lo hacía un hombre muy recto y con una combinación de seriedad y estival festividad. Observador acucioso de los eventos, y luego ávido lector de los sucesos de Querétaro.

 

Su trayectoria de trabajo lo llevó a participar en la oficina del cronista Municipal y estuvo al lado del Maestro Servín y del Dr. Garrido. Pero con anterioridad ya se había ganado ser parte de la Academia Nacional de Historia y Geografía de la UNAM por las revisiones y escritos que hacia sobre eventos y sucesos sobre Querétaro. Labor que le llevó a obtener también el nombramiento de investigador histórico.

 

Su labor dentro de la oficina del cronista fue silenciosa y productiva. El estilo de Rabell es como su persona, adusto, formal, pero sin renunciar al rescate de las palabras y enunciados populares. Su reciente libro “Querétaro, Testigo de la Historia” (sin fecha, dato curioso) es una muestra de ello.

 

Entramos a una nueva etapa del relato de la historia de Querétaro, veremos cual es el eje narrativo que adopta el Mtro. Eduardo Rabell, y como interpretará los hechos, como los va a juzgar y de que manera los va a narrar. Son nuevos y difíciles tiempos, las acciones de sus pobladores, de sus gobernantes y la ciudad misma como personaje darán mucho material para ser ubicado en el espacio, en el tiempo y en la escritura de su crónica.

 

 

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