EL LLANO EN LLAMAS
Sergio Romero Serrano 021221
UN POPULISMO POPULAR
Con un impresionante Zócalo lleno, el presidente de la República, rindió su tercer informe de gobierno y con ello subrayó lo que ya habían registrado por las encuestas recientes de los últimos días: alcanza un grado de aceptación del 70 por ciento, una cifra muy alta para un presidente, en los últimos años.
El hecho tiene diversas lecturas dependiendo de la posición ideológica que se guarde y la militancia política que se tenga. Pero el hecho es contundente. López Obrador tiene una presencia a la que ya no estábamos acostumbrados los mexicanos. Esto llama la atención y produce alegría en muchos ciudadanos y en otros –no tantos- una irritación que les incomoda.
El estilo “populista” del presidente molesta a los que estaban acostumbrados o les agrada el “bombo y platillo” con que gobernantes y políticos tradicionales de las últimas décadas, adornaban sus actividades, sus discursos y sus vidas, marcando una gran distancia entre la sencillez y la precariedad con la que vive la inmensa mayoría de la gente, lo que impide que se identifiquen con el gobernante.
Por lo anterior, asombrados desde el principio de su gestión, los comunicadores, los intelectuales y los políticos tradicionales –en diferentes medios de comunicación- calificaban de “genialidad la forma en que conecta” el presidente con la gente, aunque descalificaban desde entonces sus programas y métodos de trabajo. La afirmación a mí me pareció toda una exageración. Yo no podría tacharlo de genial, porque simplemente su estilo es muy sencillo y directo.
No se adorna, no le gusta el oropel y la lentejuela. Es demasiado directo para mi gusto y en ocasiones raya en una extravagancia rupestre. Es cuestión de estilos, creo yo, porque sus formas discursivas y su ausencia de protocolos sofisticados y rimbombantes, no causan daño a la nación y sí ahorran mucho dinero al erario. La austeridad casi franciscana la asume con enjundia y contrasta radicalmente con la majestuosidad a la que nos habían acostumbrado los presidentes frívolos e incompetentes de las últimas décadas. Por lo demás, su gestión administrativa apasiona a muchos también e igual decepciona a otros.
Siguen siendo los contrastes consecuentes, propios de los que habían medrado directa o indirectamente de una forma de gobierno que alentó enormes fortunas en unos pocos personajes y sumió en la desesperanza y la desesperación económica a unos muchos. La desigualdad que hace que hablemos o nos definamos, según nos “haya ido en la fiesta”.
Considero que los más furibundos son los que han perdido más. Algunos hasta la libertad o están a punto de perderla. Sea como fuere, el presidente está marcando una forma de gobierno que difícilmente se irá porque la marcha atrás pregonada y deseada por una oposición desarticulada, anquilosada y medieval, medra en la exclusión, el sectarismo, la discriminación, la explotación y el chantaje.
Bajo esas condiciones no puede generar una empatía que avasalle este “populismo” popular que ha mostrado su fuerza hoy, en el Zócalo de la Ciudad de México, y que mantendrá –me parece- una tendencia a fortalecerse y será calibrado de nuevo en el muy cercano próximo año en la revocación del mandato.
Dicho sea de paso, Querétaro, uno de los últimos bastiones de la oposición partidista, se debate en sus propias contradicciones y sus muy particulares intereses, permea también a Morena que describe una izquierda queretana aún con pantalones cortos. No tendremos sorpresas en lo que resta de la década.
Lo empezaremos a ver pronto.
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