Manuel Basaldúa Hernández
La ciudad tiene embates minúsculos que la van socavando y hace imposible un estado adecuado para sus habitantes. Indefensa como un árbol, es victima de quienes están al mando de su administración y de sus propios usuarios los ciudadanos.
Basura por doquier, cables que enredan el espacio aéreo, baches de distintas profundidades y extensiones, ciclo vías maltratadas, bolardos caídos, tala inadecuada, olores a caño en el centro histórico, parques infantiles dañados y sin mantenimiento, calles con asfalto desnivelado, semáforos y señalética maltratada o cubierta por maleza, contaminación visual por exceso de anuncios comerciales, entre otros aspectos que debilitan el paisaje urbano.
El hurto de las tapas de las alcantarillas se suma a esta lista de afectaciones sin que nadie tome cartas en el asunto. Ciudadanos y autoridades son indiferentes a esta afectación y daño patrimonial. Nadie dice nada hasta que sufre una caída peatonal o vehicular.
El robo es sistemático. Varias dependencias estatales o federales son afectadas en este aspecto; tapas de alcantarillas de la CEA, la CFE, entre otras siguen desapareciendo y poniendo en riesgo tanto a los servicios que contienen esos conductos como a los peatones como hemos referido. En segundos son arrancados de su lugar, y largos son los periodos de tiempo para su reparación o reposición de donde son extraídos. Y se quedan ahí, como monumentos a la desidia y al desdén.
Tanto agujero en la ciudad que parece queso “gruyere”. No importa si es colonia popular, media o de lujo los agujeros van, agujeros cuadrados, rectangulares o redondos, chicos medianos o grandes ¿A que se debe tal apatía ante el daño a la ciudad? Podemos plantear varias hipótesis, una de ellas es que el arraigo de los pobladores se ha debilitado y no sienten la ciudad como suya. Reflejo quizá de políticas publicas urbanas que despersonalizan la ciudad. Indiferencia ante deterioros de los detalles y falta de sanciones ejemplares, pero también ausencia de promoción de la apropiación ciudadana del espacio público. También se considera la cantidad de personal municipal que ya no es suficiente.
Los pequeños detalles y los pequeños deterioros, pero múltiples, contrastan con esa imagen señorial y barroca que presume la ciudad como patrimonio de la humanidad. Si su centro histórico sufre tal dejadez, la periferia y los distritos suburbanos lo acentúan mucho mas. De tantas promesas políticas ofrecidas, y planes de aspiraciones de servicio de candidatos han fomentado que la población se aleje de las costumbres populares de cuidar su entorno; como barrer su calle, cuidar sus parques, sus jardines, pintar las fachadas de sus casas, seguir apropiándose de su ciudad. Pero esto que vemos, es el resultado de haber convertido a sus pobladores en clientes demandantes. Mientras tanto, seguirá creciendo este queso gruyere.
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