Manuel Basaldúa Hernández
La pandemia del covid19 ha dejado al descubierto una lamentable realidad en México y en América latina: la critica situación de la familia en muchos sectores de la población.
El confinamiento al que fueron sometidas muchas personas, las que tuvieron un fuerte impacto después del sector laboral fueron las del sector educativo. Los niños y jóvenes entre el desconcierto y la resignación, tuvieron que alejarse de un espacio sustantivo en su crecimiento y formación: la escuela.
El dormitorio, la sala, el comedor o un pequeño rincón se convirtió para unos el espacio dedicado a su formación escolar. Para otros, la banqueta, un jardín o un rincón en la calle. La familia fue pues, el resguardo para esa práctica de la enseñanza. El papá o la mamá, sino es que un hermano mayor, se convirtieron en mentores.
El confinamiento sacó a la luz una pregunta que no ha sido resuelta del todo durante años; ¿En la escuela se obtiene una instrucción educativa basada en los conocimientos teóricos y prácticos? La idea de Vasconcelos resurge para responder este cuestionamiento, vemos pues que, en el seno de la familia se cultiva la educación en valores, lo mismo que para los campos pragmáticos de la vida.
Pero muchas familias no tienen la suerte ni las condiciones confortables y de seguridad dentro de su seno familiar para cumplir ese ideario. La exigencia de volver a clases, para esos estudiantes y padres de familia, no es sólo la urgencia de retomar su formación académica, sino alejarse de un espacio que tienen aspectos conflictivos e incluso traumáticos para muchos de los niños y jóvenes, lo mismo para los conyugues, mayormente mujeres.
La escuela ha resultado un remanso momentáneo, y una alternativa de vida para los niños y jóvenes. Ahí podían encontrar alimentación con las comidas escolares, un espacio seguro contra el maltrato y la violencia familiar, o de trabajos pesados a realizar. Además de encontrar quien los escuche, poder descubrir y fomentar la amistad, incluso que les brinden algo de afecto requerido para su estimulo humano.
La condición de muchas familias mexicanas ha quedado evidencia una vez mas. La vida en la casa no tiene el significado que durante muchos años se le ha otorgado, como un hogar, un lugar de calidez y protección para la familia y cada uno de sus integrantes. Es importante considerarlo, porque ahí esta el sustrato del tejido social, de las unidades que conforman la estructura de una sociedad.
Lo que significa la familia, de acuerdo a Michael Anderson, es la unidad donde se reúnen y distribuyen los recursos que logran la mayoría de sus integrantes, o al menos, los principales y responsables, y se distribuyen para su consumo. Lo mismo que se organiza la residencia y se distribuyen responsabilidades para las tareas domésticas. Ahí en la familia se constituye el núcleo principal de las relaciones afectivas.
En México y América Latina, la violencia doméstica que se traduce por el maltrato a la mujer y a los niños, la precariedad en el suministro de la alimentación básica, abuso sexual o maltrato psicológico tiene unos altos índices.
En sus estudios, algunos antropólogos clásicos focalizaron la función de la familia en los tiempos modernos, la conceptualizaron como una familia nuclear, a medida que se iba urbanizando. Y encontraron también rasgos universales, de los cuales la hacían caracterizarse por cumplir con cuatro funciones generales y que se reproducían en el marco cultural, a decir de Melford Spiro, esas funciones era la sexual, la económica, la reproductiva y la educativa.
Lo que encontramos de manera recurrente en la familia contemporánea, es que a medida que es victima de una desigualdad social, las funciones de la familia se alteran, atrofiando su objetivo de contribuir a la formación de una sociedad sana y equilibrada.
En el discurso oficial de los gobiernos, así como en el ideal de la mayoría de la población la familia puede ser nuclear, y perseguir las funciones mencionadas. Pero en realidad, esto no ocurre así. El riesgo de la familia se basa en esa fragilidad social, provocando rupturas mayores en la convivencia social, en el área de la salud y deteniendo la economía, además de trastocar el tejido social en muchas comunidades.
¿El escenario se ve pesimista? Depende del posicionamiento de las autoridades y de quienes aspiren a gobernar. Tienen frente a si un gran reto para resolver. Y pueden empezar a visibilizar esa dualidad; escuela-familia en el entorno educativo.
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