Por Sergio Romero Serrano 130521
A unas semanas de terminar el proceso electoral en Querétaro, la sensación –creo- es de completo desaliento entre el electorado. No hay expectativa, ni entusiasmo entre la población. Vamos, ni siquiera se ha llegado al reclamo abierto y frontal, por el hartazgo y la desilusión. No hay debate entre la población, ni entre los candidatos, como si las campañas no existieran. No sé usted, amigo lector, pero yo percibo una indiferencia impresionante, que solo se puede interpretar como un profundo desprecio al proceso. Es una película que hemos visto muchas veces.
Los partidos políticos nos quedan a deber -y mucho- a los contribuyentes. No están a la altura de lo que les destinamos. Los recursos millonarios para consolidar la democracia son tirados a la basura y otra parte importante de éstos, van engrosar el bolsillo de los que -de facto- regentean las “franquicias” otorgadas a los partidos políticos. Hay nombres y apellidos.
Todo -en este ámbito- está desaliñado y huele mal. Es más, el fracaso de las autoridades electorales del estado y del país, para consolidar, organizar y promover la cultura democrática es por demás evidente.
La organización de los debates es una muestra clara de esto: los debates que no son debates, diseñados no para el contraste y la confrontación, sino para el lucimiento “ligth” de los protagonistas. Está más interesante La Mañanera, por todo lo que contrasta, que las campañas en Querétaro.
De ese tamaño. Las irregularidades en las estrategias de campaña de los diferentes candidatos y el desacato a los topes de los recursos establecidos por la ley, es otra muestra de lo mal que estamos, ante una autoridad electoral que nunca ve nada, pues está más preocupada por no incomodar al partido o al político en el poder, que cumplir con su obligación.
Los partidos en Querétaro, haciendo alarde de una falta absoluta de inteligencia, de creatividad, de congruencia política y de legitimidad, nos han bombardeado con una sarta de tonterías que formarán una grandiosa galería de lo que es “hacer política a la mexicana”: el arte de pervertir y trivializarlo todo. Hay falta de tacto, de sensibilidad, de respeto al elector.
Nos tratan como si padeciéramos de algún tipo de síndrome, alguna incapacidad que nos impide tener un mínimo de juicio anclado a la lógica y el sentido común. Basta revisar los slogans de su propaganda, de cada uno de los candidatos a los diferentes cargos de elección popular, para darnos cuenta de ello. Asesorados por “quién sabe quién” publicista, les han vendido ideas chabacanas de frases vagas, ilógicas y contradictorias que no prenden y que no pueden avalar, porque la mayoría de los candidatos -al menos los más importantes- son gente conocida, con “trayectoria política”, que ha ocupado cargos con anterioridad y que han dejado solo desaliento, desesperación y mal humor ciudadano.
Encerrados en sus burbujas de bienestar y egocentrismo, sentados en la autocomplacencia del poder y del dinero, parecen no tener ni idea de cuáles son las necesidades y las demandas reales, sentidas, de los ciudadanos con los que no tienen contacto, más que cada tres o seis años, cuando salen a pedir el voto o a comprarlo.
Un ejemplo impresionante es el exceso de la miopía de un candidato que -como estrategia publicitaria-, le pide el espaldarazo al “joven maravilla” para que lo recomiende ante la opinión pública.
Recomendación de un queretano candidato a la presidencia de la república, que se impuso contra viento y marea al interior de su partido, perdió la elección y fue señalado recientemente como uno de los principales impulsores de la corrupción en el Congreso de la Unión, en una investigación que aún no termina.
Yo me pregunté: ¿Es neta? ¿Con esto creen que los indecisos nos vamos a convencer? La verdad que casi nadie dice es que ya sabemos quién va a ganar la mayoría de los puestos de elección popular en el estado, cómo y por qué. Los candidatos, todos, también lo saben. Ya han hecho sus cálculos y los dividendos que van a obtener de su participación.
La ciudadanía, la población, los niveles de vida, el bienestar de la población poco o nada importa. Los partidos y sus candidatos –lo vuelvo a repetir- no sienten mucho respeto por el elector. Nunca lo han sentido y hoy no es la excepción. Lamento tener una visión tan pesimista del ambiente político de mi estado, pero hay que decirlo.
Nombrando las cosas como son, sacándolas a la luz, oreándolas es como creo las podemos empezar a transformar. Los ciudadanos merecemos algo más, porque lo estamos pagando muy bien y tal vez ese sea el error.
Los partidos políticos deberían ser financiados por los militantes y los simpatizantes; y los que organizan las elecciones, deberían ser cargos honoríficos.
El dinero en abundancia, lo pervierte todo.
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